Marina ya no quería seguir de compras, así que decidió llevar a Andi directo a cenar. Sin embargo, Andi se detuvo de golpe y la miró con ojos llenos de reproche.
—Tía, ¿no me prometiste que, si te ayudaba con el labial, me llevarías a jugar videojuegos?
Marina asintió sin dudar.
—Sí, te lo prometí. ¿Entonces qué quieres primero? ¿Jugar o cenar?
—¡Claro que jugar! —respondió Andi sin pensarlo.
—Vale.
Cuando subían por las escaleras eléctricas hacia la plazoleta de comidas, pasaron por la sección de ropa para hombres. Andi se detuvo y señaló una tienda.
—Tía, ¿por qué no le compramos una camisa al tío William?
Marina miró la marca y respondió.
—No, no vale la pena. Tu tío William es muy exigente. Toda su ropa es hecha a medida, no está acostumbrado a usar marcas normales.
No era como ella o Perla, que podían entrar a cualquier tienda y comprar lo que les gustaba sin preocuparse demasiado.
Pero Andi no se rindió. De hecho, tenía otra persona en mente.
—Si no es par