Pero las veces que los había soñado eran tan pocas que casi daba lástima. ¿Acaso lo odiaba? ¿Por eso no aparecía en sus sueños?
En Valle Motoso.
Se estaba celebrando el quinto cumpleaños de Orión y Ander. Los dos niños acabaron de ponerse sus trajes, y un estilista les peinó el cabello suave para darles una vibra más elegante.
Con sus caritas idénticas y los mismos trajes, alguien que no los conociera no podría diferenciar quién es el hermano mayor y quién es el menor.
Ander sonreía feliz mientras elegía un moño.
—Hermano, ¿este está bien? ¿Nos lo ponemos? — Tomó el pequeño moño y corrió rápido hacia Orión, acercándolo a su cuello.
Orión, con una expresión seria y distante, mostraba una madurez que no correspondía con su edad.
Levantó su pequeña mano y agarró el moño de colores brillantes que su hermano había escogido, deteniendo las manos de Ander que intentaban ponérselo en su cuello.
Mirando de reojo, dijo con algo de indiferencia:
—No queda bien, quiero uno negro.