Rajiv se apartó, y Lorena entró, cambiándose de zapatos en la entrada.
César se acercó rápido.
—¿Dónde estuviste?
Ella se puso las zapatillas y respondió con seriedad:
—Salí a caminar.
—Si quieres caminar, deja que te acompañen —dijo César, refiriéndose claramente a los guardias que la seguían.
—César, ¡Lorena es una persona, no una prisionera! ¿Tienes guardias vigilándola como si fuera una criminal? ¿Dónde quedan sus derechos? —Marina no pudo aguantarse y fue directa.
César hizo un gesto con la mano, y Rajiv se acercó para sacar a Marina de la casa.
Marina forcejeó.
—César, ¿aún hay algo de amor en tu corazón? ¡Si te atreves a tocar un pelo de Lorena, no te lo perdonaré!
Su voz se fue apagando mientras Rajiv la sacaba.
—César, no exageres. Hoy salir fue idea mía. Diles que suelten a Marina —Lorena estaba preocupada y siguió a Rajiv para ir tras Marina.
César la detuvo, rodeándola con sus brazos.
Con el ceño fruncido y una mirada seria, bajó la cabeza para mirarla.
—Solo le pedí a Ra