—Jejeje, señorita Balan, solo unos días sin verte, y sigues siendo igual de rebelde —dijo el hombre con una voz satisfecha.
—¿En serio intentaste escapar? Parece que no tienes idea de dónde estamos.
Por las cámaras de vigilancia, Él había visto a Lorena buscar algo en la habitación.
Después de tantas mujeres dóciles, ahora lo que le divertía era domar a las rebeldes.
Al ver que Guillermo era el que entraba por la puerta, Lorena sintió a su corazón hundirse, con cada latido siendo como un disparo que intentaba salir de su pecho.
—Guillermo, ¿en serio me estás secuestrando? ¿No te da miedo que César venga a ajustar cuentas contigo? —le gritó con fuerza.
—¡Ja, ja, ja! —Guillermo se le rio en la cara.
— ¿Crees que puedes verme la cara de pendejo otra vez? Si no supiera que tú y César solo tienen un contrato, tal vez me habrías convencido como la última vez.
De repente, empezó a mirarla como un animal feroz, y se acercó a ella paso a paso, disfrutando de verla retroceder con miedo y buscar