Alba
La puerta se cierra de golpe detrás de mí.
Me detengo en el pasillo vacío. El silencio es total. Ningún ruido. Ningún susurro. Solo ese latido en mi pecho regular, insistente. Ese latido que me esfuerzo por ignorar.
No me doy la vuelta.
No debo hacerlo.
Me prohibo comprobar si él me ha seguido.
Sé que no lo ha hecho.
Aún no.
Mis tacones resuenan en el suelo del pasillo y, con cada paso, siento el eco del caos que he dejado atrás. Un hombre a flor de piel. Un fuego contenido. Un deseo sin salida. Una trampa cuya magnitud aún no ha comprendido.
Debería sentirme victoriosa.
Debería.
Pero una sombra ya se extiende en mi mente.
Empujo la puerta de mi habitación. Me adentro. La cierro lentamente detrás de mí.
Todo está en orden.
Demasiado en orden.
Un contraste violento con lo que he llegado a ser por dentro.
Me quito la chaqueta. Mis dedos están tensos. Mis movimientos son mecánicos. Controlados.
La pliego, la dejo sobre el respaldo de una silla. Luego me siento en la cama. Espalda re