El día de la boda llegó, y los jardines de la mansión Moretti estaban impecables. Las flores blancas y rojas decoraban cada rincón, y las luces colgantes creaban una atmósfera mágica. Los invitados, incluyendo a los Lombardi, llegaron con elegancia, y la ceremonia comenzó al atardecer.
Alessa caminó hacia el altar, acompañada por Charly, mientras Leonardo la esperaba con una mirada llena de amor. Los votos que intercambiaron fueron profundos y emotivos, sellando su unión ante Dios y sus familias.
Al final de la ceremonia, Leonardo tomó a Alessa en sus brazos y la besó apasionadamente, mientras casi todos los invitados aplaudían y celebraban, pues Salvatore daba un sorbo a al contenido de su copa con la mirada fija en Alessa. Sin disimulo, su osadía estaba llena de un descaro que comenzaba. El abuelo Marcos levantó su copa y dijo:
— ¡Por los recién casados! Que su amor sea tan fuerte como la amistad que han acompañado a los Rossi Moretti por generaciones.
Todos brindaron, y la pareja e