Aitana sintió la tensión en los dedos de Sokolov sobre su cintura. Su mirada oscura la recorría, evaluándola, debatiéndose entre su instinto y el deseo que ella estaba avivando.
Solo un poco más, Iván…
—Eres intrigante, muñeca —murmuró Sokolov, su mano subiendo lentamente por su espalda.
Aitana forzó una sonrisa coqueta, ignorando el frío sudor en su piel.
—¿Intrigante? Pensé que me veías como un peligro.
Él soltó una risa baja.
—A veces, lo peligroso es lo más tentador.
Justo cuando Aitana creyó haber ganado un poco más de tiempo, un sonido rompió el momento.
¡BOOM!
Un fuerte estruendo sacudió el club.
Las luces parpadearon y el murmullo de conversaciones se convirtió en un caos de gritos y movimiento.
Aitana sintió su corazón detenerse. Iván.
Sokolov se tensó al instante, su mirada afilada como una navaja.
—¿Qué demonios fue eso?
Aitana abrió la boca para hablar, pero no tuvo oportunidad.
Un hombre irrumpió en la habitación, con el rostro desencajado por la urgencia.