La Emboscada
Helena se deslizó fuera de la cama con cuidado, tratando de no despertar a Alexander, cuyo sueño parecía profundo y tranquilo. A pesar de su usual perspicacia, incluso él tenía momentos de vulnerabilidad y ella sabía que, si se movía con suficiente sigilo, podría escabullirse sin que lo notara.
Tomó su bata de seda y la anudó a la cintura antes de caminar descalza hacia la ventana, donde la luz temprana de París filtraba su resplandor dorado a través de los cortinajes. La ciudad despertaba lentamente, pero en su mente ya tenía un plan claro.
Tomó su teléfono del buró y marcó. James contestó al segundo timbre.
- Señora.
- James, necesito que me acompañes. Quiero comprar algo para Alexander y no quiero que lo vea.
Hubo una pausa apenas perceptible antes de que él respon