Sarah Brown
Me mantuve encerrada en la habitación, puse el pestillo para que Andreu no entrara. Me dolía el cuerpo, me dolía todo, ayer se desquitó conmigo. Vlad no estaba y aprovechó para hacerme daño, ese hombre es el diablo en persona, es la personificación del mal. Él mató a su cuñada, él destrozó a su hermano, él fue el culpable de todas sus desgracias. Tengo que decírselo a Vlad, decirle que su verdadero Enemigo, lleva su sangre.
No tengo noticias de él, no llamó y no dejó ningún recado.
Necesito saber de mi padre, quiero saber cómo está la salud de mi padre, si salió bien su operación. Él no puede morir, él es un fuerte y era un gran hombre, el no podía morir.
Escucho que llaman a la puerta y me alerte, tragué saliva y me acerqué a ella.
—¿Quién es? — pregunté con temor, miedo a que fuese Andreu.
—Soy yo, cariño. — la voz de María, me tranquilizó. Abrí la puerta y la encontré con una sonrisa y con el teléfono en la mano. —¿Por qué estás encerrada?
—Por nada. — respondí. —¿Qu