—Se me hizo tarde… - se lamentó la pelinegra al ver la hora en su móvil, eran las nueve más quince y en sus planes estaba estar en rectoría antes de las nueve —genial, Regina…
Bajó corriendo las escaleras y el sonido de una llamada la hizo detenerse antes de atravesar la puerta de cristal que le daría salida del edificio.
—Giovanni… - mencionó al ver el nombre que el móvil le mostraba —hola— respondió y sintió un nerviosismo extraño ¿cuánto habría escuchado de lo que su madre le dijo?
¿Dónde estás?
—Me dirijo a rectoría— descrito y siguió avanzando —tengo varias cosas qué hacer – aseguro.
—¿Necesitas ayuda? – cuestionó y ella se sonrojó – puedo estar ahí en un momento – pregunto el rubio preocupado.
—No, estoy bien, tengo todo resuelto— aseguró y se mordió el labio, no supo por qué, pero que se preocupara por ella la hizo sentir mejor.
Regina …
—¡Regina! – ambos escucharon la voz del pelinegro llamándola.
La joven volteó su mirada atrás, al camino que se dirigía al estacionamiento, y