Arianna
—Todavía no entiendo por qué, no cenamos donde estábamos —. Cogió su bebida y se acercó un poco a mí —. ¿Y por qué me pediste que pagase las bebidas? ¿Qué te traes entre manos, Arianna? —Me miró de arriba abajo y no pude evitar sonrojarme —. No me importa pagar, no es necesario que gastes tus ahorros en una cena. Solo dime, que no vas a poner una cucaracha en la sopa…
Me observó con los ojos entrecerrados.
—Sé que puedes pagar, aunque la idea no es esa y ya estamos comiendo —. Lo vi frotarse el puente de la nariz con el pulgar y el índice —. ¿No podrías solo relajarte por una hora y dejar de hacer preguntas?
Frunció el ceño.
—En realidad — suspiré, allí iba de nuevo — está; es la entrada que se les ofrece a los comensales, mientras eligen que ordenar. No es la cena, solo se trata de una cortesía—.
Rodé los ojos —. Y acaso, ¿crees que realmente puedo relajarme?
No, definitivamente no lo creía.
—No —. Tomé un nacho y lo pasé por el Dip de queso crema con cibu