—Estoy enamorada de él —dijo, en voz baja, con Matías dormido sobre su pecho.
La verdad que tanto había estado esquivando ya no podía ocultarse más. Se había enamorado. Otra vez. Aunque esta vez sentía el sentimiento de otra manera, más fuerte, más extraño… era algo más que una simple dependencia.
Rodrigo le había dado lo que nadie más: estabilidad, ternura, pasión… un hogar. Y, sin embargo, la había dejado sola.
¿Qué clase de amor era ese?
¿Uno que huía apenas las cosas se volvían reales?
No podía con el vacío. Y necesitaba… hablar. Desahogarse.
Así que cuando Mark le escribió para invitarla a un café, no lo pensó demasiado.
Él fue amable, divertido, encantador. La escuchó con atención, la hizo reír, le preguntó por Matías, la acompañó a casa.
Al llegar, le ofreció ayudarla con unos apuntes. Ella aceptó. Sin embargo, no esperaba encontrarse con el hecho de que el hombre que había desaparecido hacía varios días, había vuelto.
Y justo cuando abrió la puerta para despedir a Mark, él apa