—Casémonos mañana mismo —la propuesta del hombre le hizo estremecer ligeramente. Acababa de entrar a la habitación y había rodeado su cintura con sus brazos en un agarre posesivo y fuerte.
—No debiste usar a las niñas para coaccionarme —le acusó sin rodeos. Sabía que aquella había sido su intención. Y es que nunca se le pasó por la mente que usaría la excusa de un pastel para algo semejante.
—¿Quiere decir que no quieres casarte?
Valeria suspiró.
¿A quién engañaba? Por supuesto que quería casarse con ese hombre guapo y sexy.
—No te mentiré, en un inicio sentí miedo de que la historia se repitiera —se sinceró. Desde que volvieron, no había dejado de pensar en si lo que él sentía era real o no—, pero luego de verte defender a nuestra familia de una manera tan fiera, no tuve dudas de que siempre vas a protegernos. Solo… promete que si algún día sientes que ya no me amas… me lo dirás, por favor —pidió, con su voz rebosando vulnerabilidad. No sabía si era debido a las hormonas del embara