El hombre tomó su rostro entre sus manos, grandes y cálidas.
—Esta vez no voy a fallarte —prometió, mirándola de esa forma intensa de la que solo él era poseedor—. Te lo juro, Celeste. No volveré a desaparecer. No volveré a dejarte esperando.
—Me cuesta creerlo —admitió, tragando saliva con el corazón desbocado. No quería una desilusión más, pero tampoco quería vivir una mentira como había estado a punto de hacerlo con Francisco—. Después de todo lo que ha pasado… me cuesta mucho. Pero… lo intentaré. Haré un intento.
—No te fallaré —repitió y sintió que el calor le subía por el cuello. No solo era por sus palabras, era por la intensidad en su mirada, el brillo que desprendían sus ojos. Era como si pudiera atraparla en una red dónde solo deseaba que la besara. Solo importaba eso.
Sin embargo, no sucedió. Y lo espero. Espero el beso con sus labios entreabiertos.
El silencio se hizo pesado entre ellos, mientras pensaba con las mejillas encendidas, en sí le quitaría la virginidad esa noc