En el jardín de infantes, Samuel se había comportado con mucha obediencia durante toda la mañana. Después del almuerzo, comenzó la hora de la siesta.
Algunos niños lloraban y se resistían a dormir. Otros necesitaban beber su leche en biberón para poder conciliar el sueño... Las tres maestras estaban completamente ocupadas.
Samuel aprovechó que las maestras estaban distraídas para tomar su mochila y salir sigilosamente del salón.
El sol de la tarde, parcialmente cubierto por nubes dispersas, proyectaba sombras irregulares que añadían un aire de serenidad y misterio al ambiente.
Samuel caminaba solo por la escuela.
Finalmente, se detuvo en un rincón olvidado, muy alejado de las aulas, donde crecía maleza abundante y algunas flores silvestres asomaban tenazmente entre las grietas, meciéndose suavemente con el viento, como si también sintieran curiosidad por su presencia.
Samuel miró a su alrededor y, tras asegurarse de que no había nadie, se quitó rápidamente la pesada mochila de los homb