Manolo respondió: —Voy a fumar un cigarrillo.
No podía calmar la angustia que sentía en su corazón.
Laura asintió y dejó que Manolo se marchara. Se acercó a grandes pasos hasta la cama y, al ver el estado de Patricia, sintió una profunda tristeza. —¡Patricia! —exclamó, sin poder contener el llanto.
Patricia también lloró: —Laura, ¡ahora soy una inválida!
—No, no eres una inválida. Podrás ponerte de pie, caminar como una persona normal y llevar una vida normal —Laura intentó reconfortarla.
—¡He perdido mi pierna! —aunque en el futuro tuviera una prótesis, no podría usar faldas o pantalones cortos como una persona normal, y su vida nunca sería completamente cómoda.
—Patricia... —Laura la abrazó con fuerza. Su corazón estaba lleno de palabras que quería decir, pero no pudo pronunciar ni una sola.
*
Cuando Samuel despertó, descubrió que no había nadie en casa. Con toda tranquilidad, se aseó, sacó pan y leche del refrigerador, y después de comer subió a preparar una mochila. Al bajar, encon