¡Con esa relación, era inevitable que se parecieran!
Pero sentía una inexplicable pena por Abril. ¡Qué desafortunada tener una madre como Maite!
—Bien, subamos al auto y volvamos a casa —Santiago tomó a Samuel de los brazos de Laura, lo acomodó en el auto y luego tomó la mano de Laura, empezando a defender a Samuel—. Vamos, no te enojes, ¿sí? Es pequeño e ingenuo, mejorará cuando crezca.
Laura miró al hombre frente a ella, recordando todos sus gestos durante estos años, y se sentía conmovida.
Quería intentarlo con él, pero no podía superar esa barrera mental.
—Si estás realmente enojada, castígalo sin computadora —tanto Santiago como Laura sabían cuánto le gustaba a Samuel la computadora. Si se la prohibían, probablemente explotaría de rabia.
—No estoy enojada, solo tengo miedo... —Laura suspiró—. Cuando lo secuestraron, quise morirme. No quiero volver a pasar por algo así.
—Samuel es muy listo, sabrá cuidarse, no te preocupes —como hombre, Santiago creía que los niños debían criarse c