—¡Hermano, viniste a verme! —Abril se sentó emocionada en la cama, con una sonrisa radiante.
Samuel se soltó de la mano de Maite y caminó hacia la cama. Con sus piernas cortas de tres años, intentó subirse varias veces sin éxito, agarrándose del borde.
—Bueno, hablaré así —le dijo a Abril.
Abril parpadeó y miró a Miguel:
—Papi, ¿puedes ayudar al hermano a subir?
Miguel aún no salía de su asombro al ver a Samuel, ni siquiera escuchó a Abril.
Maite estaba asustada y furiosa, no podía creer que se había equivocado al arrastrar desde el baño al niño equivocado. ¡Solo el hermano de Abril podía ser idéntico a ella! ¿Su presencia significaba que Laura había vuelto? Si Laura regresaba, seguramente la echarían de los Soto tarde o temprano.
Al pensarlo, Maite se angustió. ¿Qué hacer ahora? Era imposible engañar a alguien tan astuto como Miguel... En un instante, consideró innumerables posibilidades.
Al ver que ambos estaban distraídos, Abril se molestó.
—¡Papi, te estoy hablando! ¡No puedes igno