El hombre permanecía inmóvil en el umbral a contraluz, haciendo imposible distinguir su expresión, pero se podía sentir el frío que emanaba de su presencia.
Laura se quedó paralizada al ver a Miguel aparecer de repente.
—Laura, si quieres me puedo quedar yo a hablar con él y tú te vas —susurró Patricia mientras cariñosa le apretaba la mano.
—Patricia, mejor vete tú, no te preocupes por mí —respondió Laura con una leve sonrisa.
Ella había hecho un trato personal con Miguel para que dejara en paz el estudio de Patricia, y después de haber pagado semejante precio, no iba a permitir que nada amenazara el negocio de su amiga.
Patricia lo negó sin soltar su mano. Temía que pudieran lastimar a Laura si la dejaba sola. Al menos estando presente podría ayudar de alguna manera.
—Ve rápido al estacionamiento y avísale a Santiago que se vaya, que yo me comunicaré con él después —le susurró Laura al oído. Sabía que con Miguel allí la conversación se alargaría y no quería hacer esperar a Santiago.