Sandra se tranquilizó al ver a Miguel cargando a Laura. Parecía que su relación había mejorado y ya no tendría que preocuparse de que la señora se fuera.
Laura ocultaba el bello rostro en el pecho de Miguel mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Antes de que pudiera pensar más, ya estaban en el baño. Sintió el frío y al volver en sí, se encontró justo frente al espejo.
Se alarmó y dijo apresurada:
—Necesito ir al tocador.
Miguel entrecerró los ojos:
—Ah, ¿sí? —su tono sonaba peligrosamente sugestivo.
Laura se estremeció por un momento al encontrarse con su mirada llena de deseo:
—Volveré pronto.
Miguel le acarició el rostro:
—¿Me estás provocando a propósito?
—¡Me da pena! —Laura desvió al instante la mirada con fingida timidez.
Miguel sonrió complacido:
—Después de tres años de matrimonio, ¿todavía te da pena?
Aunque debía admitir que su timidez lo seducía y lo hacía desearla aún más.
—¡No es cierto! —sus mejillas enrojecieron más. Al principio de su matrimonio, solía admirar s