Chris.
Seguí a Lilia al ver que su piel palideció más de lo que estaba. Ella se tambaleó y entró como pudo al baño a vomitar.
Me quedé extrañado, tal vez le había caído mal la comida. ¿Qué le habían echado? Porque estaba dispuesto a matar al cocinero si me enteraba de algo.
—¿Lilia? —La llamé.
Ella levantó la cabeza.
Se ruborizó y ocultó su rostro hasta llegar al lavabo y limpiar el resto de vómito que había quedado en su boca. Se enjuagó.
—Preciosa, ¿qué sucede? —Masajeé sus hombros, estando detrás de ella—. ¿Te sientes mal? Podemos irnos ya.
—S-sí, por favor… Creo que será lo mejor —Bajó la cabeza, apenada.
—Vamos a despedirnos de tus padres primero. Haré que el médico de la familia te revise.
La abracé para calmarla. Se veía agitada y preocupada por su ceño fruncido. La acompañé de vuelta al banquete, donde ya las personas estaban festejando.
(...)
Una vez que el médico revisó a Lilia, ambos salimos de su habitación y ella se quedó descansando. Había quedado agotada.
—Cu