Julieta
—Lo siento mucho, doctora —repetía Octavio mientras me llevaba de vuelta hacia Ciudad Ónix.
La noche arropaba todo y, la ciudad luchaba por mostrarse viva, desplegando luces, en las calles y los rascacielos.
—¿Por qué intentaste ayudarme?
—La necesitamos. Y mi jefe suele ser un tipo duro… no me malinterprete, es el mejor alfa que he conocido. Simplemente no está en su mejor momento —respondió Octavio, como si eligiera con cuidado cada palabra. Cuando el auto se detuvo en un edificio magnífico, alto y completamente glamoroso, pensé que debía haber un error. Inmediatamente apareció un hombre mayor con uniforme.
—Señorita, bienvenida —dijo emocionado al verme.
—Te presento a Alan. Es el que hace que todo funcione en Residencias Ónix —explicó Octavio. Algo en su actitud, en sus movimientos me hacía pensar que tenía estrictas órdenes de estar atento a mí… incluso de vigilarme.
—Cualquier cosa que necesite, solo tiene que decirlo —comentó el lobo con una sonrisa.
Quedé boquiabiert