Eros, se había quedado anonadado al ver la avasalladora belleza de Juliette Lambert, su cabello de oro cobrizo, ahora recogido, dejaba al descubierto un delicado cuello de cisne, su hermoso rostro parecido al de las muñecas de porcelana lo había deslumbrado, su figura delicada y grácil era perfecta, su piel pálida y sus hermosos ojos de zafiro, eran inigualables, una inexplicable lujuria se apodero de él, deseaba dejar besos y marcas en aquel delicado cuello blanquecino que se había ganado toda su atención, deseaba descubrir que secretos se escondían debajo de aquel elegante vestido esmeralda, deseo saber cómo se escucharía su nombre en los delicados labios carmesí de la hermosa rubia en medio de suaves gemidos, lo había decidido, el hermoso cardenal de cabellos dorados como llamas ardientes, seria para él, Juliette seria suya y nadie podría evitarlo.
Fernand, había visto la llegada de Juliette a la recepción, lucia tan hermosa como la había imaginado, ninguna otra podría competir con