—¿No te parecería interesante? —Dober ladeó una sonrisa.
—Pero hay cámaras y gente que revisa esas cámaras —arguyó.
Dober la tomó de las caderas y la subió al escritorio, se acercó hasta hacerla abrir las piernas por debajo de su esponjoso vestido y comenzó a besarle el cuello.
—Dober, no, no quiero que nadie…
—Ellos apagan la cámara cuando ven que algo como esto va a pasar —le informó—, voltea y mira la luz roja que sale de la cámara.
Hiz volteó y vio en la esquina del techo que brotaba una luz muy delicada de la cámara de seguridad.
—Eso es porque está apagada y nos informa que nadie está viendo lo que pasará aquí —explicó Dober.
Entonces, comenzó a quitarle el vestido. Hiz no protestó, porque ya había comenz