Capítulo 94- Eren Eardwulf en Escena Parte 9.1 2/3

En cuanto llegué a la oficina, mi abuelo “Ermenwulf” estuvo a punto de volverse “Ermenrich el aterrador” olvidando que soy su nieto consentido. Y digo “estuvo a punto” porque justo cuando se me iba a aventar a la yugular, como buen lobo, notó la herida en mi mano.

No dijo más ni preguntó nada, solo me dejó continuar mientras murmuraba que más me valía que eso no fuera por andar en una pelea callejera o algo por el estilo.

Edward me miró sorprendido por mis fachas pues ni siquiera me cambié de ropa en dos días seguidos. Por mi parte ignoré cualquier cosa que me fueran a decir y me encerré en la oficina.

Ahora me encuentro releyendo el fragmento polémico que comenzó todo mi dilema. No está nada mal, como obra literaria se siente mucha más emoción y puede reflejarse en los personajes el dolor mezclado con la desesperanza por sus propios ideales chocando entre sí.

Incluso el que Candace se vuelva loca no está fuera de lugar considerando su situación en la historia. Si le damos su debido enfoque y algunos cambios, esta novela podría ser increíblemente buena, gozando de la formula vendible y a la vez manteniendo el estilo particular de Cad Ence de escribir historias con corte turbio y oscuro. Un romance oscuro. Me agrada… Eso por el lado de la parte técnica, desgraciadamente estoy consciente de la cantidad de desastres que hay detrás de todo eso… YO MISMO.

—Bien, solo hay una cosa que puedo hacer para arreglar toda esta basura que he creado…

TOCTOCTOCTOC

Su forma de tocar como si fuera Jingle Bells me hace saber que es Edward detrás de la puerta. Es tan infantil que me fastidia. Todavía faltan meses para Navidad, vaya ridículo.

—Pasa, Ed.

— ¡Er! ¿Qué te pasó? Toda la oficina está hablando de la herida en tu mano, que no has venido a la oficina desde el lunes y llegaste tarde hoy.

—Digamos que estoy ocupado con unos asuntos importantes.

— ¿Importantes? ¿Para ti que no vives más que para la oficina y la vida nocturna buscando recolectar néctar de distintas flores?

—Puedes ser tan explícito como quieras con tu hermano mayor, Ed. Se dice ir a cog--

— ¡Yo lo prefiero más así! —Dice interrumpiendo la palabra obscena— Pero ese no es el tema, Er…

                                      

Aunque no nos llevamos del todo bien Edward me llama por mi primera sílaba y yo hago lo mismo “Er” y “Ed” mientras que a mi abuelo lo llamo “Abu” y  a veces “Ermenwulf” por el apodo accidental que le dejó Cadence. Ed le dice “Erm” mientras a nuestra prima Eliza le llama “Eli” y por si alguien se lo ha preguntado, este hermano menor mío es el que comenzó los apodos con las primeras letras de nuestros nombres.

—Si vas a decirme algo dilo ya o vete de mi oficina que estoy ocupado.

—De acuerdo, voy directo al grano… Me preocupas.

— ¿Por qué te preocupa? Ahora que no tengo la asistencia perfecta y soy un “desastre” como todos creen, tienes el camino libre para tener añadido “En jefe” en tu estatus de Editor.

—Sabes que no me importan esas cosas, Er.

— ¿Entonces qué te preocupa?

—Precisamente me preocupa que no seas tú mismo estos días.  Faltaste el Lunes, sin siquiera avisarme, tuve que inventarme que estabas resolviendo un tema con una de las escritoras. Luego hoy llegas oliendo a borracho con ropa de dos días, la mano vendada como si te hubieras agarrado a golpes con un delincuente…

— ¿Y tu punto es?

— ¡Er, tú eres todo lo contrario a la imagen que hay frente a mí en este momento! ¡Eres un egocentrico que se la pasa en el gimnasio con un traje de una sola marca, una sola fragancia, un mismo peinado y una cara! Y frente a mi está hoy un… ¡Un vago!

—Si ya has terminado de parlotear te invito a dejar tus quejas en el buzón con destino a “no me importa” y deja de fastidiar.

— ¡Er, no te estoy juzgando! Lo que quiero decir es… Si necesitas hablar de tus problemas con alguien puedes contar conmi---

—No voy a hablarte de mis problemas porque en primer lugar no tengo ninguno, ¿De acuerdo? No olvides cerrar la puerta.

—Tenía razón Beckham cuando dijo que eres un cretino…—Dice murmurando mientras cierra la puerta con fuerza.

¡¿Qué dijo Beckham?! ¿Y por qué se lo dijo a él? ¡¿Se vieron otra vez?!

No, calma, Beckham tiene el derecho de hacer su vida y si quiere en el futuro salir con mi propio hermano menor, quién soy yo para…

¡AL DIABLO CON ESO!

Sé que he decidido cuidarla desde las sombras y desde un perfil muy, muy, muy bajo para que no alcance a enamorarse de mi persona, porque ¿quién no lo haría…? Pero no puedo soportar ver a mi hermano menor feliz con mis sobras.

Ah… si no es mía entonces no cuenta como sobras ¿cierto?

¡DEMONIOS, BECKHAM! ¡¿QUÉ DIANTRES ME HAS HECHO?!

***

Después de salir de la oficina llamo a Liam quien nuevamente me trae en su Mercedes de regreso hasta mi departamento. Me habría bañado en la oficina pero no me traje ropa limpia, desde que usé el que dejé de emergencia no lo he reemplazado ni tampoco tuve cabeza de pensar en siquiera darme una ducha allá.

Parte del camino a mi departamento estuvo en silencio y tranquilo hasta que ese idiota decidió abrir la boca.

— ¿Y cómo estuvo todo? ¿El señor Ermenrich ya te desheredó?

—Abu no me dijo nada, en cambio Edward fue el que no paró de darme sermones todo el día.

— ¿No has pensado en ir a un psicólogo?

— ¿Qué quieres implicar con eso?

—Nada, de vez en cuando es bueno contarle tus problemas a alguien~

—Y todos parecen entender mal— Digo a regañadientes—yo no tengo problemas.

—Es por eso que insisto que vayas a uno, si no me puedes tener confianza para contarme qué te pasa, al menos confía en un profesional.

—La única que vez que fui a uno me c**** a mi psicóloga en su oficina.

—O podrías ir al psiquiatra…

Nunca he necesitado de un psiquiatra ni un psicólogo, he vivido bastante bien casi toda mi vida hasta que pasó lo del incidente del Sugar Daddy. Desde ahí no he tenido ni…

— ¡Eso es!

Al escuchar mi voz Liam en corto frena asustado.

— ¿Qué? ¿Qué es? —Mira a los alrededores pensando que casi atropella algo y cuando nota que todo está en orden me fulmina con la mirada— ¡Deja de asustarme, hombre!

—Creo entender lo que me falta.

— ¿Ah sí? ¿Y qué es?

— ¿Sabes cuándo fue la última vez que tuve “acción”?

—Hmmm… ¿La vez del hotel sexy?

—No hicimos nada esa noche, Liam.

—Lo sabía, ese día supe que se te había curado la disfun--- ¡¿No lo hicieron?!

—Nada.

— ¿Ni siquiera una chupada de flauta?

—No.

— ¿Le lamiste la empanada?

—No.

— ¿Una chequeada de temperatura con el dedo ---?

—Nada de nada, dije.

— ¡¿Con lo depravado que eres no le echaste mano?!

Con mi silencio me mira con sospecha como si me quisiera preguntar “¿Quién eres y qué has hecho con mi amigo?” mientras gira de nuevo la llave y echa a andar el motor de nuevo.

—Entonces no has mojado la brocha desde…

—Abril.

—Qué J*did0 está eso, ya casi es Agosto.

—Exacto.

— ¿De verdad no jugaste a pecar con el Angelito?

—Dije que no.

El resto del camino nos mantuvimos en silencio hasta que finalmente llegamos a mi departamento. Justo antes de que me bajara, Liam abrió la boca y me hizo enfadar.

—Entonces tal vez lo que te hace falta es meterla, Bro.

—Es justo lo mismo que yo estaba pensando.

—Entonces deja de jugar al patio de recreo con el angelito y llévala a terminar lo que dejaron pendiente en el Motel.

Después de que Liam acelera me quedo frente a la acera pensando.

Definitivamente no es algo que pueda hacer, es virgen y si tomo su virginidad tendré que corresponderla afectivamente, así que definitivamente no puedo hacer nada con ella que sobrepase los límites de Editor-Autor, bastante me he pasado de la raya con el usuario Edw2238 que mantiene una amistad con ella.

Entro a mi departamento y como esperaba de la Señora Brown, quedó impecable, hasta el espejo había sido reemplazado por uno igual al que rompí.

Me asomo a mi computador, abro la aplicación de EarthmyWorld y comienzo a escribir un mensaje a Cadence prometiendo no volver a sobrepasar esos límites.

***

A la mañana siguiente llamo a Edward para preguntarle de manera sutil que me cubra en la oficina esta mañana, llegaré tarde pero debo resolver este asunto pronto.

Entre más pronto cierre este capítulo alocado de mi vida, más pronto podré regresar a mi vida nocturna. Lo siento Cadence, sé que soy muy apuesto pero no debes fijarte en mí, a partir de hoy en lugar del Lobo Feroz, seré el Cazador del bosque que defiende a Caperucita Roja.

Estar frente a la puerta de su departamento me pone nervioso, debe ser por la emoción de volver a ser normal. Toco la puerta con cuidado para no espantarla (porque luego cree por alguna razón extraña que le quiero pegar) y cuando asoma su cabeza el aroma de frutos rojos me hace enloquecer.

Con toda mi fuerza de voluntad le pregunto si puedo pasar para revisar el progreso en la novela, Cadence me responde que su departamento está un poco “indispuesto” claro, según los chismes de su vecina golpeó varias veces la puerta mientras me llamó de muchas formas que prefiero no recordar.

—Pero, podemos discutirlo en un café o en otro lado, ¿le parece?

La serenidad en su mirada me alarma, es como si ella también se prepara para una despedida a lo que sea que estábamos comenzando. Si, supongo que es mejor terminarlo en un café tranquilo y no frente a la puerta donde nos deseamos la última vez.

Espero afuera a que Cadence se cambie de ropa y miro el reloj, es como si pudiera contar los segundos y minutos antes de la ruptura…

Y vaya que debo estar mal de la cabeza ¿Cuál ruptura? No somos nada, solo fue un pequeño desliz el que tuvimos en esa puerta...

—Señor Eardwulf estoy lista.

En cuanto volteo veo la imagen más hermosa, Cadence con unos vaqueros azules y una camisa de manga larga tejida color crema, sus hombros semi descubiertos por el corte natural de su vestimenta. Su cabello está recogido en un moño como el de la fotografía que guardo en la galería de mi teléfono.

—Boni…—COFCOF— Digo… Beckham, ¿Estás lista?

Saco la llave de Tyley para quitar la alarma y antes de presionar el botón me detiene.

—Esta vez yo invito, a unas pocas cuadras hay un café al que me gusta ir ¿Podemos ir allí?

Solo puedo asentir y ella camina hacia mi derecha girando hacia la calle que señaló mientras la sigo en silencio.

La apariencia de toda la cuadra es completamente opuesta a la que hay en mi complejo residencial. Para empezar la enorme reja que impide mezclarse con forasteros.  Aquí hay puestos callejeros con comida de aromas apetitosos y otros un tanto extraños, aunque las calles se ven sospechosas sigo a Cadence como un niño al Flautista de Hamelin.

Luego de caminar cuatro cuadras, finalmente se detiene en un café pequeño que parece una casa convertida en negocio, Tiene dos pisos y Beckham parece conocerlo perfectamente pues entra y se guía con facilidad y destreza.  Sube unas escaleras que crujen sospechosamente y llegamos al segundo piso que parece un desván.

En lugar de sillas tienen unos asientos acolchados con textura de pequeñas esferas dentro. En cuanto me siento no me espero que sea tan blando y casi me voy hacia atrás.

—Ja, ja, ja.

Cadence se ríe, y su sonrisa es lo más bonito que he visto en días. Ni siquiera parece que sepa el infierno que he vivido.

— ¿Le tomo su orden?

Una mujer probablemente en sus 50 o 60 años nos entrega el menú. Cady le devuelve la carta sin mirarla y le pide un té de camelia.

— ¿Y para usted?

—Un café, el más fuerte que tenga.

La mujer parece conocerla muy bien pues no se va por mucho rato cuando regresa con el té y un frasco con miel como si fuera mermelada.

Cadence toma la cuchara y agrega en la taza de porcelana 1, 2,3… ¡Cuatro cucharadas! Ella bebe el té apenas soplando el vapor.

Vaya, parece que le encanta que su té sea increíblemente dulce… como ella.

Ver como disfruta de su té y descubrir nuevos hábitos suyos me deja una sensación cálida que de inmediato se estruja en mi interior. Es la primera y última cita que tendré con ella. Me recuerda un poco a esos tiempos tranquilos en la universidad…

La mujer llega con mi café y lo pone en el lado opuesto de la mesita, justo frente a mí. Deja una pequeña azucarera con una cuchara y se retira tranquilamente.

Me llevo la taza a la boca y Cadence me mira extrañada.

— ¿No le va a poner azúcar?

—En realidad no agrego nada en mi comida ni en el café. Prefiero sentir los sabores directamente sin ningún distractor como azúcar…

—Cierto… como en la universidad.

Ella me mira como si aun le costara creerlo, luego hace una pequeña mueca de disgusto que aunque intenta disimular se le nota bastante.

Es tan adorable… Estoy a punto de sonreír cuando nuevamente siento como si algo me oprimiera el pecho.

Si hubiera sido una persona normal de su misma edad que no se siente obsesionada por los lobos y si no creyera en que me espera una pareja destinada, definitivamente Cadence podría ser la primera y única que ocupara un lugar parecido. Podríamos salir en citas sencillas y acogedoras como esta, verla disfrutar de su té y reír como un joven más. Pero la realidad es esta, soy mucho mayor que ella y nuestros gustos son tan dispares que no funcionaría.

Además, no soy un joven en sus 20’s como el idiota de Edward sino un hombre de 30 años bien vividos, vestido de traje, frente a una joven en jeans casuales y una camisa tejida de manga larga color crema. En un café barato, al que le rechinan los escalones por viejos y con la parte alta hecha de madera en el techo, una joven inocente y sencilla frente a un adulto experimentado con todas las letras en traje con etiqueta que exclama A**m*ni por cada hechura.

— ¿Puedo ver los avances? —Digo finalmente ignorando mi propia incomodidad.

—Oh, cierto… —Toma la mochila en el suelo y saca su computadora portátil—Escribí cuatro capítulos, eran más pero tuve que rehacer algunas partes para encajar mejor con los cambios hechos en el capítulo anterior.

Debe referirse al capítulo cuyo fragmento me mostró como 2238. Aunque ya conozco perfectamente al infame, ella no sabe que ya lo he leído, debo disimular.

Mientras leo los cuatro capítulos otro lado de mi mente analiza el pequeño café de apariencia austera. Antes pensé que un restaurante de lujo vendría más con ella, ahora veo que me equivoqué. Su rostro mostraba incomodidad ante tanta elegancia y ahora se nota más relajada y más… natural.

—No está mal.

Cadence escupe el trago.

Al parecer no esperaba que le respondiera ahí mismo.

—Está bien la forma en que has transmitido cada emoción... Sin embargo, creo que sí el rumbo es que la protagonista se vuelva loca es demasiado pronto para revelarlo al lector.

—Oh, sí pensé en ello. Aquí añadí ese detalle en su ficha de personaje, su poder oculto.

—Quieres decir el fuego ¿no es así?

—El fuego no es su poder oculto.

Me revela tranquila mientras sorbe su té.

—El poder oculto es el olvido. El fuego del lobo rojo Chiara no solo quema objetos físicos, puede quemar recuerdos dolorosos que alteren la paz mental de Candace.

Cuando sorbo mi café que parece más agua pintada con sabor quemado, casi escupo por sus palabras.

—Que poder más aterrador.

—Así es. Es por eso que en el capítulo 4 se comporta relativamente normal, sin embargo no puede sentir amor por nada ni nadie, cuando ve a Ery solo puede encontrar a un extraño, su amor por él es una maldición llena de sufrimiento y dolor así que olvidar sus sentimientos no es suficiente, tuvo que quemar todo recuerdo de él.

Increíble.

—No está mal… creo que podría desarrollarse más eso y darle más trasfondo para que no sea tan repentino el cambio.

—Creo que tiene razón en eso.

—Además ¿cuántos capítulos planeas que tenga? Creo que la trama va demasiado rápido.

—50 capítulos y tal vez unos extras. Descuide añadiré las escenas de sexo como hemos acordado, solo deme algo de tiempo para llegar a esa parte.

—Está bien. Qué te parece si ponemos de plazo un mes y revisamos de nuevo cualquier avance.

—Me parece bien.

Lo bueno de Beckham es que puede controlar sus emociones mejor que yo. Por su forma de hablar me está pegando con una bandera blanca de la paz como diciendo "sobre lo del otro día, hagamos como que nunca pasó" estoy de acuerdo, no dejaré que se repita y me alejaré lo más posible, solo estaré con ella en el sentido estricto de trabajo. No es necesario visitarla tan seguido, es como si alimentara y acariciara todos los días a un pequeño cachorro y este acabe siguiéndome a una casa donde no admiten mascotas. Con eso solo haré que crea que todos los hombres de este mundo son unos egoístas que andan detrás de lo que hay bajo su ropa.

Me despido cordialmente de ella y pago la cuenta aunque ella insiste en querer hacerlo.

Así que el olvido.

Bueno, no es la primera vez que olvida algo que pasó entre los dos.

Es hora de retirarme, dejo a Cadence...No,  La señorita Beckham, disfrutando de su té y del entorno sencillo que la hace feliz.

Camino unas cuadras notando entre los reflejos de los vidrios mi apariencia. Traje, zapatos, peinado todo es elegante y sofisticado frente al aparador de comida rápida y puestos callejeros.

Cuando llego a mi Bentley veo los autos pequeños algunos con ventanas rotas y casas con apariencia descuidada. Esa es la inmensa diferencia entre los dos.

En cuanto abro la puerta de Tyley y siento su lujoso asiento veo el asiento de copiloto, recuerdo lo incómoda que se veía esa joven a mi lado. Mirando hacia la ventana buscando distraerse, sin embargo yo no me fijé en eso sino en sus piernas y en el olor de su champú de frutos rojos impregnando en Tyley.

Siento frío en mi cuerpo, algo dentro de mí me dicta que no me vaya, que no me dé por vencido, que no estoy siendo egoísta. Me reprocho por atreverme a pensar por un minuto en esperarla frente a la puerta y cuando llegue abrazarla contra mí, quisiera besarla hasta perder el aliento.

¡NO!

Dije que debo poner una gran línea entre los límites de un editor y amigo. Si no lo hago solo voy a destruirla más.

Enciendo a Tyley y jurando no mirar hacia atrás regreso a mi mundo que es demasiado distinto al de ella. Pronto los viejos edificios quedan atrás y se van convirtiendo en departamentos en zona de lujo.

Maika Maese

Su hermano, su abuelo e incluso su mejor amigo de toda la vida se preocupan al ver a ese hombre orgulloso y perfeccionista derrumbado como si hubiera perdido la batalla. Pensaba en verla una última vez y con ese breve momento sintió flaquear su decisión. En su intento por alejarse queda con un gran vacío imposible de llenar.

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