Capítulo 55- El lugar donde debo estar Parte 3

El resto de la semana transcurre rápido y así finalmente llega el sábado.

Sin embargo mi abuela ha insistido todo ese tiempo en que vaya a su casa e invitar al señor Collins. Sé perfectamente que mi abuela lo ve como un prospecto para mí, a cada oportunidad menciona la buena pareja que haríamos los dos y que es “un buen hombre” quisiera ver lo mismo que ella sin embargo, mis vellos se erizan de solo tenerlo cerca. No he podido superar mi fobia hacia los hombres desde los 18 años y nunca supe por qué. El señor Bingley cree que debió pasar un evento de acoso o quizá abuso para que me sienta de esa forma, sin embargo mis recuerdos permanecen bloqueados como si tuviera una gran neblina en ese pedazo de mi mente y si intento forzarlo me mareo hasta querer vomitar. Creí que mejoraría sin embargo a los 19 mi fobia se hizo mayor durante el mes de Mayo así que solo puedo convivir con pocos hombres que me inspiran confianza. Curiosamente aunque nos llevamos de una manera explosiva y atenta contra mi paciencia, solo con esa persona mi cuerpo se relaja.

"Él" tomó mi mano y no sentí desconfianza. Quizá fueron tantos los años que lo tuve cerca que no me afecta ni me da aversión por la costumbre.

La cita con el señor Collins es bastante tranquila, no hay peleas, no me critica a grados que me sienta ofendida, es comprensivo y amable.

—Cadenza es un nombre muy bonito pero es algo que te identifica con tu abuela. ¿Puedo llamarte Candy?

Mis vellos se erizan y mi piel siente escalofríos con ese nombre.

—Prefiero que me llames Ca… Beckham.

Al señor Eardwulf le dije que me llamara “Cady” no entiendo por qué con el señor Collins no quiero que sea cercano ni en la base de nombres propios.

— ¿Por qué? Me parece un nombre muy bonito, dulce como tú.

—Mi padre me llamaba así.

—Lo sé—Dice sin dejar de mirarme y sonreír—De hecho te conocí por primera vez en el casino, no nos habían presentado y fuiste allá a recoger a tu padre quien estaba demasiado tomado como para saber lo que pasaba a su alrededor…

Precisamente son momentos como esos los que no recuerdo, la niebla en mi cabeza es espesa cuando hablo del casino.

Recuerdo que fui varias veces a sacarlo de ese lugar antes de que apostara hasta el alma de mi abuela y la mía.

—Cuando te vi por primera vez pensé que eras como un pequeño conejo.

—Creo que es la primera vez que alguien me dice eso, señor Collins. Nunca me he identificado con uno.

—Los conejos son criaturas encantadoras. Hermosamente frágiles e indefensos, cuando se sienten acorralados tienen un pequeño mecanismo interno que los hace tener un espasmo muscular y perder el conocimiento. Una vez termina todo vuelven como si nada.

—Definitivamente no soy como un conejo entonces.

—Es una lástima que ningún conejo tenga el color de tus ojos. De un tono ámbar como el oro o la dulce y pegajosa miel.

En mi sueño tuve una situación similar, “Él” me hablaba de números y sus significados. A pesar de que me sentía incómoda frente a un lobo feroz que se llamaba a sí mismo Alfa, no sentí escalofríos.

En cambio frente a este hombre que apenas conozco, un aire gélido me rodea y su mirada más que la de un lobo en cacería parece un cazador furtivo de especies en peligro de extinción.

—Señor Collins, creo que ya es momento de que regrese.

—Por supuesto, querida Candy.

Todo el camino siento mis vellos erizarse sin embargo me reprocho por ello, este hombre es amable nunca ha hecho algo para incomodarme sin embargo, no puedo dejar de escuchar como si mi interior gritara o más bien exclamara como una gran alerta sísmica.

—Muchas gracias por la cena, Señor Collins.

—Llámame Harvey, Candy.

—Harv…— cierro la boca, no sé por qué se me cierra la garganta con ese nombre.

—Descuida, ya podrás hacerlo después. Hasta luego, querida Candy.

En cuanto su automóvil se aleja, me doy la vuelta para entrar a mi departamento cuando una mano me sostiene de la muñeca.

— ¿Ese es el hombre con el que saliste hoy?

—Qué te importa…

—Me importa y mucho, podría aceptar que salgas con cualquiera menos él.

— ¿Qué te pasa?

—Él no es una buena persona, Cady. —Me insiste con la misma firmeza que el agarre de su mano.

—Suéltame. Es mucho mejor hombre de lo que puedes ser tú… Maldito lobo.

Me intento zafar de su agarre pero me jala con más fuerza.

—Ese de ahí no es un lobo, es un coyote, un embustero… o pensándolo bien es una horrible rata asquerosa.

—Seguro te muerdes la lengua---

—No, Cady. Es un ser peligroso, no sabes en el horrible nicho al que te está arrastrando.

—De acuerdo, digamos que te creo, sobre todo las faltas de respeto tuyas durante esos años. Pensándolo bien, no creo que sea peor que tú.

Logro zafarme y camino a pasos rápidos.

—Dijiste que nunca he leído siquiera una sola línea de tus historias. Las leí todas, letra por letra.

Me paro un momento procesando sus palabras y el hecho que con él no me siento como si estuviera en constante peligro a pesar de que es un maldito lobo feroz.

— ¿Puedes aceptar mi propuesta? — Me abraza por detrás y lo empujo— ¿Acaso ese golpe en la cabeza te ha cambiado tanto? ¡Solo una loca rechazaría la propuesta de un hombre tan codiciado como yo--!

— ¿No será Eren Eardwulf el verdadero loco?

—Quizá— Vuelve a acercarse a mí y me acorrala con el brazo contra la pared—Estoy loco por ti, entiéndelo.

— ¿Loco? ¡Ja! ¡Más bien demente! Estás bien estúpido si crees que me voy a tragar ese cuento…—Me toma por la barbilla y veo frialdad en la mirada, una que se evita mostrar sentimientos.

—Me gustaron tus historias, me gustan mucho, me he vuelto tu admirador número uno…

¡¿Por qué le cuesta tanto entender?!

— ¡Ya suéltame!

— ¡No! ¡Te soltaré hasta que me escuches!

— ¡No quiero escucharte, no deseo nada de ti, entiende de buena vez…!

— ¡Tú eres quien debe entender! —Cierro los ojos y me muerdo el labio cuando me levanta la voz, luego él vuele a su tono suave y serio— Sé que no lo hice bien en ese tiempo, aunque no lo supe transmitir, tú me gustas y me gustaste más después de leer tus historias.

Ni siquiera sabe cómo me quema esas palabras, viniendo de la misma boca que me llamó tantas veces “escritora de cuarta” y “mediocre” al punto que ya he perdido la maldita cuenta. Entonces me rio, es una risa tétrica que no sabía que guardaba en mi interior.

—Parece que mis historias mediocres de cuarta son tan malas que han provocado que mi ex editor alucine.

—Cady…

—Escribir es una pérdida de tiempo y yo ya no puedo perder más tiempo.

Mis palabras son tan afiladas como las suyas pues finalmente me suelta y logro correr hacia la entrada del edificio.

— ¡Si me lo pides te daré lo que quieras! ¡No hay nadie mejor que yo para ti, lo sabes perfectamente! —Me dice casi como si fuera un grito.

—Lo que sé perfectamente es que prefiero a cualquiera menos a ti. Mi verdadera condena sería estar con alguien como tú a quien solo le intereso porque ha perdido el control sobre su marioneta de la que podía controlar sus hilos a su antojo.

Con esas últimas palabras cierro la puerta de vidrio y le dejo con lo que sea que quisiera responder después.

— ¡CADENCE!

En cuanto cierro la puerta y escucho su voz como un aullido, siento un gran dolor en mi pecho, me desplomo en el suelo apoyando mi espalda a la fría pared, me estoy ahí un momento hasta que escucho sus pasos como pisotones y la puerta de Ben cerrarse con fuerza, logro tranquilizarme finalmente cuando escucho el motor encenderse y el automóvil alejarse.

—Cadence, debes elegir a un buen hombre. —Me digo a mi misma mientras abrazo mis piernas.

***

Ha pasado un mes desde entonces, Él no volvió a insistirme, he salido con Harvey Collins todos estos días. Parece un hombre comprensivo y mi abuela lo estima mucho, nunca la había visto tan entusiasmada en su vida por un hombre.

Todos los días aquel hombre viene con regalos y me lleva a visitar a mi abuela quien continúa insistiendo lo buen hombre que es. Últimamente ella me menciona con más frecuencia su deseo de verme casada y conocer a su primer bisnieto.

Por supuesto, piensa en el señor Collins como el padre de ese nieto imaginario. Dice que es confiable, amable y que tengo suerte de que un hombre como él haya aparecido en nuestras vidas.

Recuperó la casa de mi abuela, se ha hecho cargo de algunos gastos e incluso me ayudó a conseguir empleo en el banco.

Que hablando de eso, trabajar aquí es un poco complicado y de lo más cansino. Todos los días voy a la ventanilla a contar tanto dinero como nunca lo tuve en mis manos en mi sueño ni en todos estos años.

—Quiero hacer un retiro de 10,000…

—Si me permite su identificación---

— ¿Cady?

Su voz hace saltar mi corazón unos segundos.

— ¿Qué haces trabajando en algo que no es de tu área?

—Estimado cliente, por políticas de la empresa no responderé a preguntas personales. —Respondo evitando que sepa lo mucho que me ha sorprendido la coincidencia tan extraña de que me tocara atenderlo entre más de 18 cajas para servicio al cliente y transacciones.

— ¿Te trajo aquí Collins?

—Estimado cliente---

— ¡Deja de hablar como grabadora y responde!

—….Si puede darme su identificación y tarjeta para verificar su identidad para el retiro en efectivo---

—Hagas lo que hagas ten cuidado con lo que recibes y no apartes la mirada de tu propia caja.

—Estimado, cliente cuentahabiente…

—Cady… —Dice apretando el puño. Sabe que le ignoraré así que acaba resignándose.

Después de que se va siento un vacío en mi interior. No sé por qué dice eso.

El resto del turno pienso solo en lo perra que es la vida y cómo se empeña en dejarlo a él frente a mí por más que deseo apartarlo.

— ¿Tuviste dificultades con ese cuenta-habiente de la caja 8?

El señor Collins dice que tiene un casino sin embargo también trabaja en el banco donde me refirió.

—Fue por la verificación de huella.

— ¿De verdad…?

También el señor Collins se molesta cuando me encuentro por casualidad con él.

—Es un hombre peligroso, Candy.

¿De verdad? Lo creo mujeriego, nefasto y con una forma de hablar que provoca querer pegarle un puñetazo en la cara. Jamás pensé en él como alguien peligroso.

—Ven, te llevaré a tu departamento.

Todo el trayecto evito hablar. 

Antes de bajar, el señor Collins me toma por la mejilla. Mi sentido de alerta se activa provocándome un mareo cuando acerca su rostro al mío. Cierro los ojos, sé que va a besarme, entre la oscuridad y la niebla veo el rostro de esa persona insistiendo hablar desde la ventanilla. También una versión un poco mayor de él como en mi sueño, ambos detrás de una puerta actuando como si fuéramos lobos de una novela. Avery… era su apellido.

Una versión mucho más joven que él sonríe en mi mente.

“Me gustas, Cady”

Sus ropas no parecen las que llevamos sino una mezcla entre ropa medieval y un duque. Mi corazón late con fuerza y siento como si estuviera traicionando a alguien.

— ¡No! —Digo empujándolo y notando demasiado tarde que le he rechazado.

 El señor Collins suspira y me dice que esperará a que me sienta preparada.

Pero yo no creo sentirme preparada ni hoy ni nunca. Abro rápido pero cautelosa y le agradezco traerme a casa, no me gusta estar encerrada en un espacio reducido con esta persona.

Una vez bajo del automóvil, verifico que no esté el hombre insistente en el que pensé. En cuanto compruebo su ausencia en la calle despejada, me despido del señor Collins y entro deprisa a mi departamento.

¿Acaso espero encontrarlo aquí? Me regaño a mí misma por dejar que mi mente me confunda y juegue con esas visiones falsas “todo eso fue un sueño” me repito una y otra vez esperando a que mi interior se calme.

Cuando llego al departamento me tiemblan las manos y me asomo por la ventana. Creí ver a “Ben” y a un hombre de cabello oscuro mirando hacia la ventana. No, eso es imposible. Sacudo mi cabeza y respiro hondo, cuando vuelvo a ver hacia el mismo lugar,  la calle está vacía.

El ruido sordo del “clic” en el seguro de la puerta me recuerda que estoy en casa y dejo mis preocupaciones de lado. Todo está en penumbra, al parecer Sarah no ha regresado. Enciendo el interruptor y ahí está ella.

Sarah no me abraza con entusiasmo como siempre, en su lugar come helado en el sillón y dejó de preocuparse por su aspecto.

—Sherezarah, al menos enciende el interruptor cuando anochezca que parece cueva aquí a falta de luz.

Ella no me responde, aunque no me lo dice sé que es por Josh Bury.

En mi sueño una versión de ella en lobo estaba felizmente unida a su pareja y esperaban un hijo. Me desgarra verla así…

Si ellos estuvieran juntos tendrían un hijo con Sarah de 24 años o 20 como en ese mundo de… ¿Cómo se llamaba? Bueno, eso no es lo importante sino su felicidad que ahora parece nula.

—Si quieres puedo pedirle que acepte verte y hablarlo.

—….Ya pasó la página igual que yo.

—No, no has pasado de página---

— ¡¿Puedes sermonearme cuando tú haces algo peor con Eardwulf?!

Después de un silencio largo e incómodo por fin puedo responder.

—Él y yo no somos nada, ni siquiera es mi Ex.

—Por supuesto que es tú ex, Cady. Ex jefe, ex editor y Ex primer amor.

— ¿Amor? Por Dios… ¡No!

— ¿Ves? Al menos yo si acepté que lo quería una vez. Hago lo mismo que tú, evadirlo hasta que no recuerde que lo necesito.

Suspiro y me dirijo a mi habitación.

—Josh dijo que tus evasivas eran molestas, que me preocupaba demasiado y debería dejar que te autodestruyeras mejor. No puedo regresar con alguien que llamó una carga a alguien que considero como una hermana. Por supuesto que lo mandé al cuerno.

Detengo mi mano en el pomo de la puerta y corro a la sala para abrazar a Sarah.

Ella llora en mi hombro mientras me pregunto cómo es posible que alguien que fue capaz de dar su vida forcejeando con un hombre armado para salvar a la amiga de alguien que ya ni era su novia fuera a decir algo así después.

Hablaré con él, debo saber qué fue lo que sucedió realmente.

Sin embargo, antes de poder hacer algo, una llamada me desconcierta.

— ¡Candy! ¡Tu abuela, ella…está en el hospital! —Dice Collins preocupado. Siento como si el mundo se me viniera abajo y olvido lo que sea que estuviera planeando antes.

 

****

Veo desde la ventana del hospital y recuerdo el mismo dolor que tuve en mi sueño cuando la vi recaer por primera vez.

—Cadenza…

— ¡Abuela!

—Solo me caí, no es nada grave…

Abrazo con fuerza a la frágil anciana, ella siempre mentía que estaba bien. Sin embargo el reloj de arena caía gránulo por gránulo sin detenerse. Un día ni siquiera pudo salir del hospital debido a lo delicada que estaba por su enfermedad.

—Estoy bien, aunque… Me preocupa un poco que un día pueda irme repentinamente de este mundo. Cadenza ¿Podrías cumplir el último deseo de esta anciana?

—Lo que quieras abuela, solo pídelo.

—Sabes que no quiero irme sin verte casada con un buen hombre…

Los pasos secos y pesados de alguien resuenan en el silencio de la habitación del hospital como si fuera la marcha fúnebre.

 A pesar de que es un buen hombre no deseo estar aquí, mucho menos cuando este de la nada saca un estuche y lo abre, mostrando un anillo.

—Candy, me harías un hombre muy feliz si aceptas ser mi esposa.

Espera, ¿no va esto demasiado rápido?

Además de que es de muy mal gusto una propuesta de este tipo en un hospital y enfrente de una mujer anciana que acaba de tener una contusión en el tobillo.

Viro mi cabeza, veo a mi abuela, me mira con una gran sonrisa y asiente en respuesta.  Entonces alargo mi mano y dejo que me ponga el anillo sin responderle mientras mi abuela aplaude con emoción.

Cuando suelta mi mano y llevo esta hacia mí para contemplar el anillo. Siento como si ese pequeño objeto y su diamante pesaran más de 25 kilogramos en mi dedo anular izquierdo.

Maika Maese

Cady acepta la propuesta de matrimonio presionada por el tiempo y los deseos de su abuela...

| Gosto
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App