La noche se arrastraba lentamente, y mientras el coche se alejaba del galpón, una oleada de incomodidad me invadió. A pesar de la fachada de confianza que había mantenido frente a Adrian, en mi interior había algo que se desmoronaba con cada segundo que pasaba. El lugar, la conversación, la actuación… Todo había sido una farsa, pero no podía quitarme el peso de la traición de Adrian. Un hombre al que había considerado no solo un amigo, sino alguien que, en sus peores momentos, me había dado apoyo incondicional. Ahora, todo eso había quedado hecho pedazos. Adrian no era el hombre en el que pensaba. El refugio que había creído encontrar en él no era más que una sombra, un espejismo que se desvanecía cada vez que pensaba en la verdad que él escondía.
No podía dejar de pensar en las palabras de Adrian, en cómo había usado su antigua posición para ganarse mi confianza. Sabía que algo había cambiado en él. Sabía que, de alguna forma, su lealtad me había sido arrebatada por la necesidad de co