Había mil maneras de romperse un corazón. Descubrí que la más cruel era en silencio, observando desde la distancia cómo el hombre que había sido tu ancla, tu refugio seguro, le sonreía a tu peor enemiga con una familiaridad que te helaba los huesos.
La terraza del Hotel St. Regis era un teatro de lujo y poder. Las luces tenues se reflejaban en las copas de cristal, y el murmullo de las conversaciones era una sinfonía de dinero y ambición. Yo era una actriz más en esa obra, sentada sola en una mesa en la penumbra, interpretando el papel de una mujer esperando a alguien que nunca llegaría. Pero mi verdadera función era otra. Era una sombra. Una espía. Y mi objetivo estaba a quince metros, riendo.
— ¿Estás en posición, Ivy? — La voz de Xander llegó a través del auricular oculto en mi oído, un hilo de acero en medio del caos de mi mente. No era una pregunta, era una comprobación. El director de orquesta asegurándose de que su primer violín estuviera listo para la nota más difícil.
— En po