Xander me había dicho que descansara, que volviera a la cama. Pero, aunque lo intenté, no conseguí dormirme o sentirme cómoda acostada. Mi cabeza era un caos, pensaba en demasiadas cosas al mismo tiempo y, a la vez, sentía que mis pensamientos estaban vacíos.
Estaba sentada en el borde de la cama, con las piernas cruzadas y la vista perdida en las vetas del suelo. El aire del apartamento de Xander se sentía más tibio que de costumbre, como si también él se hubiera impregnado de la intensidad de la noticia. Había dicho las palabras. Lo había confesado. Estoy embarazada.
Y ahora, el silencio.
Bueno, no exactamente silencio. Xander había reaccionado. Lo había hecho con una euforia tan pura, tan inesperada, que me había dejado sin aliento. Aún lo podía ver frente a mí, con los ojos brillantes, la sonrisa amplia, las manos temblando apenas mientras me decía que eso, justamente eso, era lo que más había querido en su vida. Tener un hijo. Ser padre. Serlo conmigo.
Y yo... yo debería estar fe