—Bruno—
Debo decir que Val se ha acoplado de lo más bien a nuestro equipo con Dylan, tuvo la suerte de caer en los mismos cursos que nosotros y eso ha hecho que trabajar tanto en el hospital como en la universidad sea bastante entretenido. Aunque hay algo que a todos nos molesta y es que el bombón de Ethan se comporta como la m****a cuando está junto a nosotros tres.
Hoy es un día lento, me tocó ir a la universidad a buscar unos documentos a la biblioteca para terminar con mis pruebas y trabajos de la universidad. Camino saludando a todo el mundo y guiñando el ojo a algunas preciosuras que se me quedaan mirando hasta que llego al mesón de Lidia.
Nos reímos unos minutos, hablamos del clima (todo eso en murmullos) y ella tan amorosa como siempre, me ayuda. Espero un poquito más y ella vuelve a su puesto.
—Gracias, encanto— le guiño un ojo a Lidia, mi querida bibliotecaria y beso su mano para agradecerle que me tenga las copias rápido y salir sin ningún problema rumbo a la casa. Dylan, tenía turno de veinticuatro con Val y yo podría estudiar y terminar tranquilo lo que me faltaba en casa.
Salí de ahí y me dirigía a los estacionamientos, hoy vine en mi preciosa bella para llegar a tiempo y aprovechar este rato de relajo, amaba a mi moto, era lo único que me traje de Italia y me recordaba el porqué estaba acá, cumpliendo mi sueño americano. En eso veo sentada a mi diosa de ébano cerca de los árboles, se le veía contrariada y desde hace días la notaba complicada. Me acerqué a ella y la saludé, pero parece que la pillé desprevenida pues dio un salto al escucharme.
—¿Qué le pasa a mi diosa de ébano?—Su cara era de confusión, pero había algo más ahí. Hanna, la estaba pasando mal y debía averiguarlo…
—Ho… hola, Bruno. No me pasa nada, es que esto de pensar en la especialización me tiene mal.
—¿No sabes en qué te quieres especializar preciosa? Eres la mejor alumna de la clase, ya sabes que hagas lo que hagas serás la mejor y por eso te admiro.
—Ay, amigo, si tan solo tuviera una milésima de la confianza que tienes tú o Dylan en lo que quieren hacer no estaría así, ya sabes, en mi familia son todos neurocirujanos y no puedo fallarles…
—¿Y a ti qué te gusta bombón?
—¿La verdad?
—Pues claro, por algo te lo pregunto.
—Ni siquiera sé si me gusta la carrera de medicina.
—¿Estás de broma?
—No, Bruno. De verdad que no sé qué hago aquí.
—Uff, tremendo problema en el que estás metida.
—Ajá.
—Pues bueno, ¿te parece que vayamos a algún lugar a despejar el cuerpo y la mente? Puede que eso te ayude.
—¿Eh?
—Te invito a borrar por un momento todas esas preocupaciones, vamos a bailar y beber por ahí. Dejemos los libros y las malas vibras por un día. Permíteme enseñarte cómo pasar un buen rato sin pensar en lo que pasará mañana.
—Pero yo soy tan aburrida, Bruno. Tú y Dylan son el alma de la fiesta, ni siquiera entiendo cómo son mis amigos.
—Ay, mi diosa de ébano, por favor ¿Quién no querría estar contigo? ¿no te has visto al espejo? —Hanna se sonroja y se ve tan tierna que me dan ganas de abrazarla y darle mucho cariño, de verdad que al verla así me recuerdo cuando mi padre me dio esa paliza que dejó marcas no solo en mi cuerpo, sino que también en mi alma.—¿Dónde te fuiste?
—Perdón, estaba pensando en que tienes razón…— llegamos al estacionamiento y al ver la cara que Hanna pone, pues lleva minifalda, me saca una carcajada interna que no voy a expresarlo porque sino se va a arrepentir.
—No Bruno, a eso no me subo ni loca.
—¿Estás despreciando a Bella?
—Lo veo y no lo creo, ¿le pusiste Bella a tu moto?
—¿Y por qué no?— La miro y me encojo de hombros en forma relajada, lo que hace que Hanna comience a reír a carcajadas.
—Ja, ja, ja, Estás cada día más loco Cicarelli—me acerco a ella y la tomo de los hombros y susurrándole al oído le digo.
—Y así y todo me amas principessa—Su piel se eriza y me encanta molestarla, pero hoy quería que disfrutara un poco y no se amargara por todo lo que estaba pasando así que me alejé un poco, le coloco el casco en su cabeza y lo ajusto, mientras le hablo —. Ya miedosa, súbete y déjate llevar.
Por fin decide subirse y creo que fue la peor idea que le pude dar, pero de eso solo me entararía demasiado tarde y aunque me arrepentiría eso no se lo diría absolutamente a nadie.