BRANDON
Lo escuchaba hablar y sentía que cada palabra suya era un alfiler oxidado clavándose bajo la piel, porque así se sentía la traición de un supuesto amigo, una persona al que había conocido toda la vida. Bien dicen que nunca se deja de conocer a una persona y hoy me queda claro.
Adam seguía de pie al frente de la sala, proyectando su seguridad con esa sonrisa arrogante, ese tono que usaba cuando quería manipular sin que se notara. Hablaba de Alejandro Corazón Maldonado como si se tratara del Mesías financiero que venía a salvarnos del apocalipsis económico, en el que seguramente estaba implicado. Cada frase estaba cuidadosamente medida, como si se hubiera entrenado frente al espejo para impresionar al consejo.
Con su grado de obsesión por mi esposa, no me sorprendería. Mientras todo lo veían como un salvador, yo solo lo veía como lo que es, un traidor.
Veía al niño que jugaba conmigo en los jardines de las oficinas, al adolescente que me cubrió en una fiesta para que no