¿Qué creen que va a hacer Brandon con Emilia? Las leo en comentarios. Si quieren echar chisme conmigo pueden buscarme como Anna Cuher en r3d3$ $0c¡al3s.
EMILIASentir los labios de Brandon sobre los míos, fue diferente esta vez. No era posesivo. Era como una especie de alabanza personal que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera. Me besó como si sus labios fueran una confesión secreta. Como si su lengua pudiera contarme todo lo que su voz callaba. Y yo lo dejé. No era por debilidad, ni tampoco nostalgia, o un simple intento de retenerlo. No, esto era algo que iba mucho más allá. Lo dejé porque lo deseaba, porque después de años de silencio, de noches frías, de miradas vacías, su cuerpo hablaba con un idioma que al fin entendía: el deseo desgarrado. La culpa, la necesidad, y también algo más, algo que me rompía por dentro: verdad. Sus manos no eran las mismas que me habían ignorado durante cinco años. No eran frías, no eran distantes. Ahora me tocaban como si cada curva de mi cuerpo fuera un mapa hacia su perdón, como si quisieran mostrarme que nunca fui invisible, aunque lo haya sentido así durante tanto tiempo.Bajó una de sus mano
BRANDONHacerle el amor a Emilia fue el mayor placer que había tenido en mi vida. Me había lamentado no traer más preservativos, pero la verdad era que no los había utilizado desde el momento en que supe que me iba a casar con ella.La habitación estaba en silencio y ella estaba en mis brazos, dormida, como siempre debió haber sido durante todos estos años. Solo el sonido de su respiración pausada llenaba el espacio, como una sinfonía íntima que no merecía escuchar. Estaba desnuda, envuelta entre las sábanas revueltas de su cama, con el cabello esparcido sobre la almohada como una corona. La luna se colaba por las cortinas, iluminando su piel como si hasta el universo supiera qué estaba hecha para ser adorada.Y yo la había ignorado.Cinco años. Cinco malditos años desperdiciando cada parte de ella que hoy no podía dejar de mirar. Su espalda subía y bajaba con cada exhalación tranquila, mientras mis dedos, temblorosos, la acariciaban con la devoción de quien sabe que no va a poder hac
EMILIAEl aroma del pan tostado llenaba el aire, mezclado con un toque de mantequilla derretida y el sonido suave de los huevos chisporroteando en el sartén. Me movía con una calma, como si lo que pasó anoche fuera algo normal. Como si fuéramos solo una pareja más, despertando juntos, compartiendo algo tan trivial como preparar el desayuno.Pero nada de esto era trivial para mí.Después de cinco años de silencio, tenerlo ahí, dormido en mi cama, con mi olor sobre su piel… era surrealista.Había tomado una decisión silenciosa: vivir un día. Solo uno. Cómo si fuéramos normales. Como si no nos debiéramos tanto. Sentí sus pasos antes de escucharlos. Su energía siempre llenaba la habitación segundos antes que él.Di un respingo al sentir sus brazos que me rodearon por detrás, fuertes, seguros, cálidos. Se aferró a mí como si fuera algo valioso, como si tuviera miedo de que me desvaneciera entre sus dedos. Su nariz rozó mi cuello y aspiró mi aroma. Me estremecí cuando soltó un par de besos s
EMILIA Era la hija de la amante de su papá. Era lo único que pasaba por mi cabeza y las posibilidades más retorcidas se me vinieron a la mente como si fueran avispas enfurecidas atacándome. No lo podía creer. No lo quería creer. Muchas veces la ignorancia era un sinónimo de felicidad.¿Cómo me sentía? No lo sabía. Yo. . . No sabía de qué manera mirar a Brandon. . .No fue un grito. No fue una lágrima inmediata. Fue el silencio lo que me hizo quebrarme en el interior. Era aquel tipo de silencio que solo ocurre cuando se te cae el mundo de los hombros y no puedes ni hablar para pedir ayuda. Solo lo miré. Lo miré como si acabara de dispararme en el pecho con una palabra.Amante. — ¿Mi madre? —Pregunté, aunque ya lo había entendido. Lo supe antes de que lo dijera. Nunca lo vi venir. No lo había sospechado porque mi papá siempre había estado bien con ella. . .— Emilia. . .— ¿Mi madre fue ella?Él asintió. Y eso bastó.No lloré. No aún. Caminé hacia la cocina. Tomé el primer vaso que en
BRANDONMe sentía una basura de hombre. No quería ver a nadie. Solo quería estar en mi miseria y que el mundo desapareciera, que solo me dejara con Emilia a mi lado. Me habría gustado poder retroceder el tiempo y no haberla lastimado de esa manera. La entendía. Sabía su frustración y. . . No había sido fácil tampoco para mí asimilar cuando me enteré de quién era Emilia.El hielo tintineó en el vaso mientras el whisky bajaba por mi garganta como fuego líquido, quería que algo quemara el dolor que estaba sintiendo. Estaba solo en mi oficina. La luz tenue apenas iluminaba los papeles esparcidos sobre el escritorio.Guiones.Decenas de ellos.Firmados por el mismo nombre: Bishop Moon. Era lo único en lo que me podía distraer. Esa mente brillante que me tenía obsesionado. Esas historias que calaban tan hondo, que dolían, que hablaban de mujeres rotas y hombres incapaces de amarlas hasta que ya era demasiado tarde.Había algo en esa narrativa que me golpeaba como un déjà vu emocional. Como
EMILIA No podía dormir.El techo se sentía como una pantalla blanca donde se proyectaban todos mis recuerdos. Mi madre diciendo que “no fue tan simple”. Brandon haciéndome el amor después de cinco años de matrimonio vacío, mientras yo lo echaba de mi vida con las manos temblorosas.Y ese silencio. Ese maldito silencio que dejaba huecos en el pecho. Me giré en la cama una, dos, cinco veces. Nada.Me levanté. Caminé en la oscuridad, guiada solo por el pulso que latía como un tambor en mis sienes. Me senté frente al escritorio, encendí la lámpara y abrí el portátil. El cursor titilaba, impaciente, como si también supiera que algo necesitaba salir.Y lo hice.Escribí con furia, rabia, con la piel ardiendo y el alma hecha trizas. Escribí sobre una mujer que se convirtió en fantasma en su propio hogar, que aprendió a volverse aire para no estorbar, que se tragó su voz, su dolor, sus deseos hasta volverse transparente.Pero también escribí sobre cómo esa mujer despertaba. Con cada palabra me
BRANDONVer a Emilia en la casa después de haber vivido más de seis meses de su ausencia, fue un golpe de deseo. Nunca debió salir de casa. Debió quedarse y yo debí tratarla como ella se merecía. Parecía que el alma de mi hogar se fue desde que ella me dejó. Había creído que era una mujer interesada, una cazafortunas, como me lo habían dicho. Me fui con esa idea porque era la hija de la amante de mi papá. Todo cambió de un momento a otro y Emilia me había dado una gran lección, porque los hijos podemos ser diferentes a los padres. Ella era un claro ejemplo. — Emilia —. Fue lo único que pude decir sin perderla de vista.Había sido uno de esos días que no deberían existir. De esos que te hacen preguntarte si el universo tiene algo personal contra ti, y que parece disfrutar verte tambaleando, al borde del colapso. Todo había sido un desfile de miserias. Llamadas de inversionistas con tonos venenosos, reuniones donde se hablaba de “daños colaterales”, periodistas que, sin escrúpulo algu
BRANDONNo podía dejarla ir.No después de leer ese maldito mensaje. No después de verla ahí, en mi casa, con su cabello enredado por el viento y los ojos cargados de todo lo que habíamos callado.Guardé el teléfono en el bolsillo, forzando una sonrisa que sabía que no engañaría a nadie.— ¿Todo bien? —preguntó Emilia, frunciendo el ceño.Mentirle era lo último que quería hacer, pero decirle la verdad podría ponerla aún más en peligro. Pero es que ni siquiera yo tenía idea de qué era lo que estaba pasando. Alguien no nos quería juntos. Me estaba comenzando a replantear todo lo que sabía. Por el momento no tenía sospecha de nadie. — Todo bien —. Mentí, acercándome a ella. Tenía que averiguar primero qué mier**da estaba pasando, antes de siquiera asustarla.La estudié. Esa mujer era una bomba de relojería y ni siquiera lo sabía. Si alguien se atrevía a tocarle un solo cabello, iba a descubrir lo que era desatar el verdadero infierno.— ¿Quieres algo de beber? —Pregunté, intentando son