EMILIA
El vino seguía servido en la copa, intacto, como yo, que había vuelto a sentarme en el comedor con la misma pose que hace una hora, pero con el corazón latiéndome diferente.
El rostro de Brandon seguía en mi mente: su sonrisa encantadora, sus ojos que parecían suplicarme confianza. Y sin embargo, yo ya lo sabía. Él sabía que yo era Bishop Moon y no me lo había dicho.
¿Por qué no me lo había dicho? ¿Para mantenerme alejada de él? ¿Entonces, por qué insistió en que yo no supiera? Recuerdo que parte del nacimiento de Bishop Moon era para vengarme de él, y él. . . Simplemente vio por mí desde las sombras.
No hice drama. Aún no. Lo que hice fue algo mucho más peligroso: esperé. Me lavé el rostro, me recogí el cabello con una pinza, y me cambié el vestido por uno de esos conjuntos de seda que él solía mirar con hambre, aunque nunca decía nada. Quería que cuando regresara me viera, pero no supiera en qué estaba pensando. Quería que intuyera que algo había cambiado, sin saber qué era.