Cap. 84: Refugio
—Pastor, tiene que comer algo —aconseja Bernardo pasándole un frasco de conservas.
Han pasado dos horas desde el derrumbe que bloqueó la puerta, ya no hay posibilidad de volver a salir al exterior. Lo cual produce un gran alivio en Bernardo, su corazón no tan joven va a agradecerle la falta de conmociones, pero no puede decir lo mismo del Pastor que se ha mantenido en un silencio sepulcral.
—¿Cómo puedo sentarme a comer cuando allí afuera hay gente que ni siquiera tiene unas migajas que llevarse a la boca? —responde el Pastor sentado en el piso con la mirada fija en la puerta, simplemente siente que debe permanecer allí, aun a pesar que su corazón decepcionado sigue lamentando haber perdido a ese muchacho.
—No tiene caso seguir dándole vueltas a lo que sucedió, no hay forma de que movamos esos escombros desde aquí dentro. Nadie entrará y sin duda ninguno de nosotros podrá volver a salir —dice Bernardo sonando algo duro para su gusto, pero intentando ser realista.
—¿Por qué nos ha