Valeria sacó una pastilla de ácido fólico del frasco y la masticó mientras salía del hospital, sin esperar encontrarse con un Maybach estacionado en la puerta.
Junto al coche, Mauricio, con su abrigo negro y su imponente presencia, parecía todo un caballero.
Estaba hablando con un médico de mediana edad vestido con una bata blanca y le entregaba unas cajas de regalo antes de estrechar su mano.
Al ver a Mauricio tan de repente, Valeria sintió un escalofrío.
Guardó rápidamente la botella de medicina y los resultados de sus análisis en su bolso y se giró, pensando en regresar al hospital para esconderse. Pero entonces Adrián la vio y la llamó.
—Señorita Ramírez.
Sin otra opción, Valeria se giró hacia Adrián, forzando una sonrisa, y se acercó lentamente bajando las escaleras. Cuando el médico vio a Valeria, se despidió de Mauricio.
—Bueno, señor Soler, me retiro. —Y con los regalos en mano, entró de nuevo en el hospital.
Mauricio observó a Valeria. Parecía haber adelgazado desde la última