CAP 4

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* * * * * * * * * * * Kansas * * * * * * * * * * * *

—Y siiiiiiiii… —escucho los gritos emocionados de la persona que más amaba en mi vida (y por la cual daría lo que fuera) combinarse junto a las notas de una canción de su banda favorita: “This old heart of mine” de Rod Stewart—. ¡Kansaaaas! —escucho su voz y sonrío ampliamente a la vez que procedo a levantarme rápido de la cama para ir a su encuentro—. ¡Kansas, despierta ya! ¡Canta conmigo! —me pide y yo me apresuro en colocarme mis pantalones.

—¡Ya voooy! —le respondo mientras tomo mi camiseta y camino a mi armario para sacar el pequeño obsequio que le había comprado.

—¡Apuraa! ¡Debo mostrarte algo! —exclama “muy emocionada” y ello me extraña, pero me hace sonreír, ya que la escuchaba feliz y eso era lo más importante.

—¡Ya! ¡Ya salgo! —le informo a la vez que abro las puertas de mi armario y tomo la pequeña bolsa en la que tenía su regalo.

Me quedo mirando el pequeño paquete por unos instantes y sonrío un poco triste. Este año había tratado de comprarle lo que ella más deseaba, pero, otra vez, no se había podido.

—¡Kansas! —escucho su llamado nuevamente y vuelvo a la realidad—. ¡Apúrate! —me pide más emocionada y exigente—. ¿O debo entrar para sacarte de ahí? —cuestiona y solo me queda reír y negar con la cabeza a la vez que me pongo la camiseta que tenía en mi mano. Después, regreso mi mirada al obsequio una vez más y suspiro un tanto decepcionado.

«El otro año, tenga que hacer lo que sea, prometo darte lo que sueñas» —prometo en mi mente y luego, me dirijo a abrir mi puerta.

—¡¡¡¡¡Al fiiiinn!!!!! —grita emocionada mientras toma mi mano y me dirige a nuestra sala

—Tranquila, tranquila —le pido mientras sonrío ampliamente al verla tan feliz.

—Debo mostrarte algo —agrega contenta al mirarme—. Pero primero cierra los ojos

—¿Tienes una sorpresa? —cuestiono divertido

—Siiiiiiiii —contesta feliz y aquello me hace sonreír mucho

—Pero se supone que el cumpleaños es tuyo, no mío —le aclaro mientras camino a su lado con los ojos cerrados; solo soy guiado por su agarre.

—Bueno, sí —responde cuando se detiene—. Ha sido una sorpresa para mí de parte de Margaret y…

—Espera… —la interrumpo— ¿Margaret está aquí?

—Hola, Kansas —escucho su voz y puedo notar cierto tono de diversión en él.

—Hola, Margaret —contesto

—Bueno, bueno —interrumpe Ángeles— ¿Listo? —pregunta mientras oigo como suspira de tanta felicidad.

—¡Más que listo! —contesto feliz

—Bieeeennn… pueeeesss… ¡ábrelos! —exclama y siento cómo suelta mi mano.

Yo hago lo que me pidió y, de inmediato, me doy cuenta de su tan extremadamente extravagante felicidad. Ante lo que veo, solo me queda regresar mi mirada a mi hermana, quien me observa muy contenta y con sus ojos brillosos de la felicidad.

—¿No es hermosa? —pregunta aún muy impresionada mientras empieza a conducir su silla de ruedas hasta nuestro sofá para tomar la hermosa guitarra eléctrica que había en aquel.

—Es preciosa —es lo que me limito a decir al tiempo en que torno mi mirada a Margaret. Ella me mira y veo que está igual de sonriente que mi hermana.

—«Gracias» —le digo al articular la palabra en silencio y ella solo se limita a asentir con su cabeza para después regresar su atención a Ángeles.

—¿Qué te parece? —me interrumpe mi hermana y vuelvo toda mi atención a ella

—Está verdaderamente hermosa —expreso mientras voy al sofá a sentarme

—Sí… —responde ella en un murmuro mientras se dedica a explorar el instrumento con su mirada y su tacto—. Gracias, Margaret —comenta de pronto y se gira a ver a mi amiga.

—No es nada —contesta la mujer aludida mientras le sonríe.

—¿Qué es eso? —pregunta mi hermana y me doy cuenta de que está observando el pequeño paquete que tengo en mis manos.

—Ah… esto es mi regalo… para ti —le informo y sonrío, ante lo cual ella me corresponde de la misma manera mientras me lo quita de las manos delicadamente para empezar a abrirlo con dedicación—. No es tan bonito como la guita…

—Es perfecto —me interrumpe al tiempo en que se acerca a mí y me abraza muy fuerte y yo hago lo mismo; la abrazo con todo el amor y mis fuerzas.

—Feliz cumpleaños —le susurro y ella solo se apega más a mí.

—Te amo, Kansas —dice.

—No más que yo a ti, Ángeles —contesto muy sincero, la abrazo más fuerte y no puedo evitar sentirme triste.

—No… —expresa repentinamente y pone distancia entre ambos.

—¿Qué pasa? —interrogo confundido y ella solo me mira

—No me gusta que te pongas triste —murmura sin dejar de observarme—. Mucho menos por mí…

—Ángeles…

—Kansas —interrumpe y toma mi mano mientras me regala una sonrisa.

—Sé que la operación es muy…

—Conseguiré el dinero —me apresuro en responder—. Lo prometo —contesto y ella solo se limita a sonreír.

—Lo sé —dice segura—. Sé que harás lo que sea por conseguirlo, pero si no lo llegases a tener…

—Ángeles…

—Kansas, escúchame —me pide y yo accedo a su petición.

—Si no llegamos a tener el dinero; quiero que sepas que no debes preocuparte —precisa muy serena y sonriente.

—¿Por qué sonríes?

—Porque con operación o sin ella; puedo decir que soy y he sido feliz a tu lado —expresa—. No cambiaría nada —manifiesta tajante con otra sonrisa.

«No cambiaría nada» —repaso sus palabras.

Sabía que Ángeles solo decía eso para tranquilizarme, porque estaba completamente seguro de que, si tuviese la oportunidad de cambiar algo, ella cambiaría el hecho de no tener un tumor para poder volver a tener una vida normal como la de cualquier otra niña de su edad.

—Conseguiré el dinero —es lo único que le digo y después le sonrío para abrazarla nuevamente.

—Te quiero…

—Te amo y… feliz cumpleaños otra vez —le susurro.

—Me gustó mucho mi regalo —expresa

—Sí, la guitarra está muy buena —comento al separarme y ella solo sonríe.

—No hablo de la guitarra, sino de esto —indica y me muestra el CD de Aerosmith que le había comprado—. Este álbum es mi favorito —menciona en medio de un suspiro y viendo con cariño mi regalo.

—Prometo que el otro año te sorprenderé —le digo.

—Tú siempre me sorprendes —responde divertida.

—¿A qué te refieres? —cuestiono en el mismo tono y ella me mira.

—A que siempre tienes con qué sorprenderme —sonríe—. Cada vez que creo que no me puedes traer una cuñada peor; lo haces —expresa entre risas al tiempo en que niega con la cabeza—. Aunque con la última, déjame decir que exageraste —se ríe al tomar mi mano y dirigirme a la cocina, lugar a donde había visto que se había ido Margaret, hace unos minutos, cuando Ángeles y yo empezamos a conversar.

—No entiendo por qué no te simpatiza —afirmo sincero—. Brescia te quiero mucho. Ella me lo dijo —le informo y aquella solo se limita a rodar sus ojos.

—Eso solo lo dice porque quiere que tú sigas siendo su novio —responde muy segura y solo me queda sonreírle.

—Espero que pronto se lleven mejor —expreso.

—La quieres mucho, ¿no es así? —cuestiona no tan feliz

—Sí —admito—. Brescia me importa mucho —añado sincero y veo cómo suspira con pesadez mientras entra a la cocina—, pero no tanto como tú —agrego firme y me pongo de cuclillas para estar a su altura y mirarla a sus ojos—. No hay nadie que me importe y ame más que tú —le aseguro y me regala una de sus hermosas sonrisas.

—Más te vale —advierte divertida y después busca a Margaret con la mirada para sonreírle—. Margaret, tú qué piensas de Brescia —le pregunta y la mujer (quien estaba preparando algo) le sonríe mientras arquea ambas cejas.

—Bueno… pues… ella es —parece estar buscando algo bueno que decir.

—¿A ti tampoco te agrada? —pregunto curioso

—No, no, no, no —se apresura en responder un tanto nerviosa y no entendía por qué—. Lo que opine yo no importa si a ti te gusta —expresa—. ¿Sabes qué? —dice de pronto—. Tal vez, lo único que falte es que Brescia pase más tiempo con Ángeles para que se conozcan —propone y aquella idea… me gusta.

—¡Margaret! —escucho el quejido de mi hermana —. Se supone que eres mi amiga, no mi enemiga —dice indignada y solo me queda reír ante su gesto tan infantil.

—¿Sabes qué, Margaret? —cuestiono divertido al mirarla—. Tal veeez… —alargo al regresar mi mirada a Ángeles— esa no sea tan mala idea —determino sonriente al arquear una de mis cejas y mi hermana parece estar a punto de colapsar.

—¡Kansas! —se queja y yo solo le sonrío para después tomar un vaso, servirme un poco de jugo y beberlo de inmediato—. ¡Ni se te ocurra hacer eso! —demanda seria y yo solo me limito a suspirar y caminar hacia ella.

—Que tengas un bonito día, te amo —le digo y le doy un beso en la frente para después observarla burlón.

—Kansas, dime que no harás nada para que pase más tiempo con ella.

—Te quiero —es lo que me limito a decir y salgo de la cocina para ir a mi habitación y cambiarme para ir al trabajo.

—¡Kansas! —escucho su grito, pero no me detengo a prestarle atención, solo entro a mi habitación apresurado para poder ducharme velozmente y no llegar tarde a mis labores—. ¡Kansas White! ¡Solo te diré que yo no pienso salir a pasear con ella! ¡Te estoy avisando! —advierte y luego escucho cómo se va.

Ante aquella rara y curiosa escena, solo me queda suspirar pesadamente y sonreír después.

—Bueno, solo espero que se puedan llevar mejor después —siseo y entro a la ducha.

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