Cristal, sola en la habitación, espera con impaciencia. Sus pensamientos, al principio dispersos, terminan centrados en su pareja. Sabía que hablarle sería incómodo dadas las circunstancias, pero deseaba romper esa barrera. Cerró los ojos, tratando de sentir su vínculo, pero una oleada de nervios la invadió. La ansiedad se apoderó de su cuerpo cuando no percibió ninguna emoción de Kogan.
¿Qué está pasando? ¿Por qué no puedo sentirlo?
Cristal tamborilea sus piernas, inquieta por la ausencia de su conexión. Su mirada se desvía hacia la puerta, esperando verlo entrar, pero un repentino dolor en su hombro la distrae. Frunce el ceño y lleva la mano al lugar adolorido, recordando el golpe que se dio al intentar levantarse. No había sido gran cosa, pero ahora, con la tensión acumulada, la molestia parecía más intensa.
Mientras acaricia la zona dolorida, una ráfaga de aire irrumpe de repente en la habitación, seguida de una voz exaltada.
— ¡¿CÓMO TE LASTIMASTE?! — grita Kogan, con el ceño frun