Las oleadas de fuertes golpes resonaban con tal intensidad que podían escucharse a kilómetros de distancia. Los humanos en las regiones cercanas sintieron los temblores y, creyendo que se trataba de un fenómeno natural, buscaron refugio, ajenos a la verdadera causa.
Mientras tanto, Acua, junto a los guerreros que custodiaban la madriguera, percibió el aura descontrolada de su alfa. De inmediato pensaron que estaban bajo ataque de alguna manada enemiga, pero algo no encajaba: no habían recibido ningún aviso desde las fronteras.
La incertidumbre los envolvía. La feroz reacción de su líder había sido palpable, pero, de repente, todo pareció desvanecerse. Sin embargo, los estruendos continuaron, estremeciendo la madriguera situada a unos kilómetros de la guarida del lobo. Cada golpe de Kogan contra Tou sacudía el lugar.
Cristal y los betas eran los únicos que comprendían la verdadera razón del enojo de Kogan y Rax. Observaban cómo las acciones de Tou los habían llevado a esta situación. Ah