La puerta del cuarto fue golpeada con fuerza por Ai mientras yo permanecía tumbada en el suelo, recostada contra la puerta, con la cabeza hundida entre mis rodillas, mis manos aferradas a mi cabeza, y las lágrimas que no cesaban de deslizarse por mis mejillas. Mi cuerpo temblaba, pero no de frío; era un temblor de dolor, de desesperación. Sentía un vacío tan grande en mi pecho, como si mi alma misma estuviera desmoronándose.
-Tienes que estar en la ceremonia, Fumiko. ¡Él era tu mate! -me rogó Ai desde el otro lado de la puerta, con una voz que intentaba sonar firme, pero que estaba teñida de preocupación.
-No... -respondí con voz quebrada, negándome nuevamente. El sonido de su voz retumbaba en mis oídos, pero mi mente no podía procesarlo. La idea de asistir a la ceremonia me resultaba insoportable. ¿Cómo podría estar allí, celebrando algo que no podía aceptar? ¿Cómo podría aceptar la realidad de que Oshin ya no estaba?
-¡Fumiko, por favor! -insistió, golpeando la puerta una vez más