"A ella no le importan tus palabras o como la salvaras, de donde ella viene no hay salvadores"
Fumiko Ibars
—No- nosotros... —balbuceó uno de ellos con la voz entrecortada, apenas un susurro ahogado por el terror.
La risa brotó de mi garganta, ronca, oscura, casi vibrante con la electricidad del momento. Me mantenía suspendida en el aire, con Dai bajo de mí, sintiendo su calor, su poder, su furia en sincronía con la mía.
—No hables… ni lo intentes… —murmuré con una tranquilidad escalofriante—. Este secreto ha sido guardado por demasiado tiempo.
Descendí lentamente hasta tocar el suelo con ligereza, mis pies apenas levantando polvo. La multitud se estremeció. Mi sonrisa se ensanchó con deleite al ver cómo intentaban retroceder, cómo sus cuerpos reaccionaban instintivamente a la presencia de algo que no podían comprender ni enfrentar.
Pobres… tan vulnerables, tan débiles.
Mis espectros emergieron con un resplandor feroz, sus cuerpos envueltos en llamas de distintos colores, vibrant