Después de que Etán jugara hasta quedar satisfecho, se quedó dormido en los brazos de Lucas mientras caminaban de regreso al lugar donde el coche estaba estacionado. Yanet caminaba junto a Lucas, lanzando miradas hacia ellos de vez en cuando.
Sofía, por otro lado, parecía estar en su propio mundo. Mantenía una expresión seria, pero era como si un volcán estuviera a punto de estallar dentro de ella. Respiró hondo varias veces para mantener la calma.
Cuando llegaron al lugar donde el coche estaba aparcado, Yanet abrió la puerta y Lucas ayudó a acomodar a Etán. Yanet se aseguró de que estuviera bien sujeto y no se cayera mientras ella conducía antes de cerrar la puerta y mirar a Lucas.
—Gracias por sacar tiempo de tu apretada agenda para jugar con Etán hoy —dijo, haciendo una leve reverencia, pero Lucas solo alzó una ceja.
—Jane, deja eso —dijo él, y ella levantó la vista para encontrarse con sus ojos—. ¿Por qué hablas como si fuera un trabajo por el que me pagaron? —suspiró—. Es mi resp