La tía Marianela estaba siendo atendida por Rosa cuando Janet entró corriendo en la habitación. Se detuvo frente a la cama de su tía, preguntándose si ella la reconocería.
Los ojos de tía Marianela se abrieron de par en par al ver a Janet. Su mirada se dirigió primero a la placa con el nombre en la bata de Janet, antes de volver a su rostro.
—Jane —susurró, apenas audible. Habían pasado años desde la última vez que la vio, y no podía creer que Janet estuviera frente a ella, viéndose tan hermosa y algo diferente a como era años atrás—. ¿Eres realmente tú? —preguntó, extendiendo las manos hacia Janet.
Una lágrima cayó del ojo de Janet mientras se apresuraba a tomar la mano de su tía y la colocaba sobre su mejilla. En verdad quería abrazarla, pero no podía, porque la mujer aún no se había recuperado del todo.
—Tía Marianela —dijo Janet, y ambas sonrieron—. Te he extrañado mucho.
Tía Marianela acarició las mejillas de Janet y sonrió.
—Es un gusto verte de nuevo después de tantos años. ¿Có