No dormí mucho cuando de repente sentí dos dedos abriéndose paso dentro de mi coño. Gemí y me acurruqué de nuevo contra el cuerpo duro que tenía detrás. Scott debía de haberse despertado en mitad de la noche, cachondo como la cuba, y deseaba a su mujer. Desde que empecé a vivir aquí y a compartir cama con él, normalmente se despertaba dos o tres veces por noche para quizá trabajar, tocarme o, mejor aún, follarme.
De repente sentí unas manos cálidas y ásperas sobre mis pechos desnudos, pero era diferente a las de mi marido. La sensación en la piel y el tacto eran distintos. Fue entonces cuando me di cuenta y abrí los ojos de golpe, pero no me atreví a hacer ningún ruido y arriesgarme a despertar a Scott.
Podía ver a mi marido durmiendo delante de mí, pero estaba de espaldas a mí. Todavía estaba aturdida de que alguien más que Scott me estuviera tocando íntimamente. Pero solo podía haber otra persona en esta casa capaz de hacer algo así.
¡Joder! Ace me estaba tocando. No sabía qué hacer