La hora de la cena se acercaba y yo estaba muy nerviosa. Vestí a mi hijo primero para luego hacerlo yo. Un poco de maquillaje que casi ni se notaba, y un vestido largo y suelto con un par de sandalias fue mi atuendo.
Andy había quedado de venirnos a recoger a la cabaña, esperé por un par de minutos hasta que al fin apareció. Quise reprocharle, pero no, este era mi día especial y él se había esforzado por complacerme, no podía estar molesta por algo tan insignificante.
—¿Están listos? —preguntó, dándome una ligera mirada de pie a cabeza.
—Sí, respondí con una sonrisa que él ignoró y dirigió su atención a nuestro hijo.
—¡Pequeño, estás precioso! Y mira, estamos vestidos de la misma manera. —comentó, brindándole una tierna sonrisa.
Yo volteé a verlos a ambos y sí, en efecto, los dos vestían camisa azul celeste y pantalón negro.
—Lo siento, esto se trata de una coincidencia. —Dije, haciéndole saber de qué nada había sido planeado.
—No importa, me encanta que mi hijo y yo vayamos así. —dij