40
—Pero cómo... ¿cómo es posible...? ¡Espera! —dije y me levanté bruscamente. Me acerqué a mi mesita con los documentos. Empecé a buscar mi pasaporte.
—¡No! ¡No está! —dije con resignación.
—¿Qué no está?
—El pasaporte. ¡Mi pasaporte no está aquí! ¡Recuerdo perfectamente que lo guardé aquí!
—Te digo que Tumansky lo ha cogido para que os caséis...
—Pero, ¿cómo es posible? ¿Sin mi consentimiento? ¿Sin mi presencia?
—¡Como si no supieras que con dinero se puede todo en nuestro país! ¡Y tu Tumansky tiene dinero a raudales! —Me senté en la cama junto a Lillika y me eché a llorar, cubriéndome la cara con las manos.
—¿Cómo ha podido