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¡Dios mío, este es mi hombre! Ahora lo miro y solo veo a un hombre fuerte, dominante, guapo, sexy, atento, apasionado y romántico. Entiendo que simplemente me he enamorado, pero joder, lo amo y no me arrepiento. Corro hacia él. Literalmente me lanzo a sus brazos, sin darle tiempo a guardar el teléfono.

- ¡Florecita!

- ¡Te amo, Egor! - y rápidamente le doy un beso en los labios, ¡él quería que se lo dijera una y otra vez! Y me gusta cómo brillan ahora sus ojos, cómo sonríe. No sonríe como siempre. Me sonríe a mí. Y con tanta sinceridad...

—¡Yo también te quiero mucho, florecita! —me besa a su vez Yegor y me aparta de él.

—¡Vaya, qué sorpresa! ¡Estás increíble, Liza! Puedes regañarme todo lo que quieras, pero hoy no te alejarás de mí ni un paso —dice Egor y, mirando el reloj, me abre la puerta. Hace tiempo que deberíamos habernos ido. Si no, me quedaré sin amiga.

—Vamos, flor, ¡o nos quedaremos sin amigos! —sonríe Egor. Parece que Lavrov le dijo lo mismo que Lilka a mí.

Y aquí están
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