¿Quieres casarte conmigo?

Tessa

Quien había dicho que las Vegas era la ciudad del pecado, no se equivocaba. No importaba hacia donde miráramos, donde fuese que estuviésemos viendo había descontrol y exceso. Un completo desastre.

Bianca realizo una mueca de asco, cuando pasamos junto a una chica que se frotaba contra un tipo que apenas si podía mantenerse en pie.

Estaba alucinando, todos estaban pedo, y si no lo estaban, se acercaban demasiado.

—Debo ir a buscar a Carter. —Gritó Bianca sobre la música para que la escuchase. —Si no lo encuentro, podemos despedirnos de conseguir el dinero para la casa que quieres comprarle a tu Nona y habremos perdido el dinero de los pasajes, el hotel, la ropa.

—¡Iré contigo! —Me acerqué a su oído para que me escuchase, pero ella negó con la cabeza.

—No, es mejor que te vayas con el tal Cameron, si Carter te ve y sabe por casualidad quién eres, no querrá saber nada con darnos un pase. Va huir despavorido.

—Psss… —Agité la mano restándole importancia. —Nadie me conoce por aquí. —Hice una mueca.

—No sé. —Meneo la cabeza. —La pequeña Ass Kicker, se ha vuelto muy famosa en el último tiempo, mejor no nos arriesguemos. Además, estarás mejor con ellos. —Los repasó de arriba abajo. Ambos nos esperaban a menos de un metro de distancia.  —Se ve que son inofensivos, uno de ellos no sabe ni como se llama y el otro, bueno, no me digas que no te gusta porque vi que pusiste esa cara. —Me sonrojé. —Si justo esa. —Lanzó una carcajada. —Estarás bien, si intenta ir más lejos de lo que tú quieres, solo le das un izquierdazo en la mandíbula, y no quería decir esto. —Se acomodó el vestido para que se marcase un poco más el escote. —Voy a hacer lo que sea necesario para conseguir ese lugar en la mesa y cuando diga lo que sea, es lo que sea. —Me apretó el brazo ligeramente. —En cuanto termine, te iré a buscar al Vip. Ten el móvil en la mano.

—¿Y si no vuelves en toda la noche?

—Nos vemos en el hotel. Pase lo que pase, debemos estar en contacto y por favor no te pongas pedo, cuando lo haces, siempre das un jodido espectáculo.

—No puedo prometerte eso, se ve que están forrados y sabes lo que opino sobre desperdiciar recursos. —Ella sonrío.

—Entonces, al menos no des un espectáculo, no bailes Pole dance en alguna estructura, no te cuelgues de una lámpara, ni muestres las tetas por favor. —Ambas reímos. —¿De acuerdo?

—De acuerdo. Intentaré no colgarme de una lámpara. —Le dije y de inmediato comenzó a moverse serpenteando entre la gente en busca de Carter.

Sabía que Bianca, era una chica dura y que no debía preocuparme. Me quedé paralizada sin saber muy bien que hacer, no estaba acostumbrada a estar sin mi mejor amiga y como ella era quien siempre tomaba la iniciativa, me sentía un poco perdida.

Por suerte, Cameron me tomó de la mano y me arrastró hasta la zona Vip que estaba en el piso de arriba, desde donde se veía todo el recinto, si tenía suerte, podría ver a Bianca.

El suelo retumbó a nuestros pies cuando llegamos a su mesa.

—¿Dónde está tu amiga? —Se quejó el rubio y Cameron comenzó a reír. —Pensé que ella sería mi pareja. —Se cruzó de brazos con un mohín infantil en el rostro. —Ahora tendré que tocar el violín más pequeño del mundo mientras ustedes se morrean.

—Oh, no. —Me acomodé incomoda alejándome un poco de Cameron, solo para que no pensase que lo iba a dejar meterme mano así de fácil. —Nadie va a morrearse.

—Exacto, solo venimos a olvidar. —Dijo levantando la mano para llamar al camarero.

—¿Olvidar? —Lo miré con la ceja alzada.

—Sí. —Dijo el rubio que estaba frente a mí. —Él, la muralla que tienes justo al lado y se la paso mirándote el culo, mientras hablabas con tu amiga. —Se carcajeo y Cameron se removió incómodo. —Fue rechazado por la perra de su novia. Que se sepa que siempre le dije que era una trepadora y que la odiaba desde el día uno. Claro, nadie le hace caso al pardillo Rhys, y ahora se quedó sin prometida, sin esposa, ni trabajo. —Se hecho hacia atrás colocando los brazos tras el espaldar de sofá.

—¡¿Estás comprometido?! —Chillé y él rodo los ojos.

—En realidad, le propuse que viajásemos a las Vegas para que nos casásemos aquí. —Rhys se destornillo de la risa. —No sé, creí que sería romántico o algo así.

—¿Ella, no lo creyó? —Quise saber.

Me daba curiosidad la verdad, más allá de que era en apariencia un dios griego, tenía algo en la mirada, como esos cachorritos que esperan que los apachurres ansiosos.

—Ella pensó que era una jodida mierd@. —Se burló Rhys, justo cuando le camarero se acercó con tres cartas. —Yo me encargo. —Nos advirtió y le hizo una señal para que se agachase un poco. El joven sonrió, dedicándonos una mirada cómplice y enseguida, giró sobre sus talones para desaparecer. —Como dicen: lo que pasa en las Vegas, se queda en las Vegas y vamos a pasarla en grande. No vamos a salir de este club hasta que todos hablemos en ruso. —Sentenció.

—No de eso nada. ¿Puedo pedir una cerveza? —Cameron me miró de arriba abajo y me dio la sensación de que deseaba decirme algo, aunque se contuvo y antes de que ninguno de los dos pudiese decir algo más, el camarero estaba dejando una bandeja con chupitos de colores en la mesa.

Abrí los ojos de par en par y Rhys le dio unas palmadas en el brazo al camarero, colocándole cien pavos en la mano.

—Exactamente en una hora quiero que me traigas doce más. —Él asintió sonriente antes de volver hacia la barra, feliz de llevarse una buena pasta solo por llevar una bandeja. —Nada de cerveza, preciosa. —Me ofreció un chupito rojo.

—Pretendes que nos tomemos cuatro de estos cada uno, ¿en una hora? —Interrogó su amigo que tampoco parecía convencido con la idea.

—Sí, claro. Estamos aquí para que olvides a la bruja de Nicole, vive un poco Cameron. Seguro que no follas hace siglos. —Casi me atragante con mi propia saliva, aunque ninguno de los dos lo notó y Rhys levantó un chupito en alto. —¡Por Cameron y su flamante libertad! ¡Te deseo la soltería eterna! —Gritó y él negó con la cabeza, levantando el pequeño vaso.

—¡Que carajos! ¡Por mí! —Yo imité el movimiento de ambos.

—¡Por Cameron! —Dije llevándome el vasito a la boca y apreté los dientes, cuando el líquido comenzó a bajar, quemándome la garganta.

Rhys me dio los otros tres que me correspondían y al terminarlos, levanté las manos en señal de rendición, antes de golpear el vasito en la mesa.

—¿Preparados para la segunda ronda? —Preguntó y asentí, riendo como una hiena.

Continuamos bebiendo  y cuando el sexto trago llego a mi torrente sanguíneo me sentí ligera como una pluma, además de feliz.

Nunca había tomado tanto en mi vida y no importaba cuanto lo intentase no podía dejar de reír,  Rhys y yo lanzábamos carcajadas en cuanto nos mirábamos como dos dementes. De hecho ni siquiera me di cuenta de que Cameron estaba junto a la barra hasta que vi a la rubia siliconada con la que nos habíamos topado en la entrada, meneando su delantera en su cara.

Noté a través de mis ojos llorosos que le frotaba el pecho con descaro con las mejillas rojas.

«¡Que guarra!» Me llevé la mano a la boca. ¿Acababa de decir eso es voz alta?

La Barbie, continuaba metiéndole mano y susurrándole al oído, pero Cameron no le estaba prestando ninguna atención, tenía los ojos clavados en mí. De alguna forma eso me hizo estremecer, y no pude evitar pensar en cómo se sentirían sus labios sobre los míos o si me quemaría tener esas enormes manos bajo la tela del vestido.

Sus manos eran enormes, Bianca decía que los hombres de manos grandes estaban bien dotados, ¿o eran los pies los que importaban? Daba igual, todo en él era enorme.

Me sentí celosa de la forma en la que ella le metía mano e hice una mueca de asco lo suficientemente evidente como para que la viese. Yo quería ser quien le metiese mano. Sí, estaba celosa y me gustaba, me gustaba un montón, como nunca antes me había gustado un chico y eso que había estado con muchos, pero a ninguno lo dejé llegar a tercera base.

—¡A Theresa le gusta Cameron! —Canturreo Rhys y lo fulminé con la mirada. —¿Qué? —Se encogió de hombros. —Es obvio, te lo estas comiendo con los ojos. —Se inclinó un poco para hablarme al oído y vi a su amigo observarnos con el ceño fruncido. ¿También se sentiría celoso?—¿Quieres que te diga una cosa? —Hipo. —Creo que también, le gustas. Deberías ir allá y marcar tu territorio, tigresa, dale una patada en el trasero a esa rubia plástica, no es su tipo de todos modos.

—¡No me digas Theresa! —Me quejé. —¿Tú crees, que debería? —Sacudí la cabeza al darme cuenta de que estaba considerando seriamente ir a hacer lo que un borracho me decía. —No es buena idea… —Lo dude, —me parece que estoy borracha, no debería.

—¿Te parece? —Me empujó ligeramente animándome. —¡Claro que lo estás! Por eso debes ir, porque seguro mañana le vuelve lo mojigato, comienza a llorar de nuevo por la bruja de su ex y bla, bla, bla… —Asentí, respiré profundamente, antes de levantarme y caminar tan firme como podía hacia él, pero justo cuando estaba a punto de llegar a donde se encontraban. Camerón clavó la vista en mí rostro y bajó hacia mi escote, deteniéndose allí unos segundos,  tragó saliva e inspiró hondo.

«Mierd@». Me di la vuelta y bajé a toda prisa a la pista principal, con la esperanza de que el calor de mi rostro no se viese reflejado. Casi me había desmayado con una sola de sus miradas. Definitivamente ir allí a buscarlo era una pésima idea.

¿Qué me pasaba?

«Échale la culpa al alcohol». Me dije.

Me abrí paso entre la multitud que se movía al ritmo de la música.

—¡Solo quince minutos para la hora feliz! —Gritó el Dj al micrófono y las luces se apagaron de pronto, justo cuando la música movida cambio por una  melodía sensual que comenzó a envolver a todos los  que se movían como una masa sudorosa y caliente en la pista.

Intenté abrirme paso, sin embargo no veía casi nada, el alcohol continuaba haciendo que todo a mí alrededor girase. Por lo que me tambalee y tuve que sostenerme del hombro de alguien para no caer. Aunque mi punto de referencia se movió haciendo que perdiese el equilibrio.

—¿Te ibas a ir sin pagar tu deuda? —Sentí la voz profunda de Cameron, mientras me sostenía para que no cayera. Me cogió de la mano y me llevó hasta una esquina, antes de que pudiese decir algo, dijo: —Es la segunda vez en la noche que tengo que salvarte y aun no pagas la primera deuda. Creí que teníamos un trato. —Me puso las manos en las caderas de forma posesiva y podía sentir el calor de sus manos a través del vestido.

De pronto fui muy consciente de la proximidad al estrecharme contra él, y sentí que me fundía contra su cuerpo.

El corazón comenzó a latirme a cien por hora, y Cameron se acercó tanto que sus labios casi rozaban los míos. Intente mantener la calma, controlar mi respiración agitada, no pude. En cuanto me acarició por sobre la tela del vestido, supe que lo único que quería era que me acariciase por el resto de la noche.

Jadee trabajosamente cuando él resopló contra mi cuello. Su nariz rozó mi mejilla provocándome un escalofrió.

—Eres preciosa…—Murmuró contra mis labios. Jadeando con suavidad. Resollando.

—Mmm… —Suspiré, justo cuando apretó con su masculina mano mi muslo, atrayéndome hacia él.

—Theresa. —Musitó, pasando sus dedos por mi cabello, enterrando sus dedos.

—Tessa. —Lo corregí. —No me gusta que me llamen Theresa. —Le aclaré, en un murmullo ahogado.  

Y tuve que apretar los labios en una línea fina para no implorarle que me besase.

Lo imaginé sonreír porque solo podía distinguir el contorno de su rostro. Colocó su frente contra la mía, antes de acariciar mis labios con los suyos. Una invitación.

Un ligero toque que hizo que todas mis terminaciones nerviosas se incendiarán.

—Tessa, ¿puedo besarte? —Resoplé en la oscuridad y lo siguiente que supe era que su boca cubría la mía.

Me apretó contra la pared, mientras deslizaba su lengua en el interior de mi boca, exigiéndome control absoluto y total.

No pude resistirme, me rendí de inmediato cuando me apretó usando sus caderas, al tiempo que ahuecaba mi trasero con sus manos.

Deslizó los dedos por debajo del vestido y los pasó con suavidad a través del encajé de las bragas realizando círculos acompasados. Me arquee en respuesta, pegándome más contra él, rodeando su cuello con mis brazos y enterrando mis dedos en su sedoso cabello azabache.

Me mordió el labio, cuando un sofocado gemido escapó de ellos. Mi centro ansioso rozó su rígido miembro. Se apartó de mi boca con un mordisco suave que tensó mi labio inferior. Lo atraje nuevamente hacia mí, deslizando mis dedos sobre sus músculos firmes y piel suave. Su torso no solo era duro como esperaba, era glorioso.

Se apartó solo un poco y ambos respiramos a grandes bocanadas bruscamente. Quería todo, quería que me tocase, que me besase…

—¿Quieres casarte conmigo? —Dijo de pronto, dejándome sin palabras.

Quería todo, menos casarme.

A mi cerebro sobrio, aquello le hubiese parecido una locura.

Lástima que estaba como una cuba.

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