Léa
No he cerrado los ojos en toda la noche.
El silencio es pesado, como un mar tranquilo listo para engullir todo lo que se encuentra en su superficie.
No tengo más lágrimas. Solo quedan recuerdos que me queman. He tomado mi decisión, pero el peso de cada palabra intercambiada sigue sintiéndose tan pesado. Y, sin embargo, no quiero perderme en la espera, en la esperanza frágil.
Inès se fue temprano esta mañana, como de costumbre. Parecía entender que quería estar sola, aunque, una vez más, su ausencia me pesa. Me encuentro aquí, en este silencio, frente a esta soledad que conozco demasiado bien.
Mi teléfono está frente a mí, como una promesa que tal vez nunca cumplirá. Su mensaje resuena aún en mi cabeza. El sonido de sus palabras, sinceras o no, no me deja. Si fuera honesta conmigo misma, diría que estoy agotada de esta lucha interior.
Estoy cansada de la incertidumbre, cansada del amor que me roe, cansada de esperar que finalmente venga a buscarme.
Y, sin embargo, me aferro. Deb