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Capítulo 16 – La Corona y el Veneno

Maxime

Un rey nunca está a salvo.

Es una ilusión que solo un idiota puede creer.

Thomas cayó sin que tuviera que mover un dedo. Pero ahora que estoy en la cima, las cosas se ponen serias.

La sombra de un imperio no es suficiente.

Se necesita un trono.

Se necesitan cimientos sólidos.

Todos deben saber que no soy solo un oportunista.

Sino un rey legítimo.

Y para eso…

Se necesita sangre.

---

La Reconstrucción – Un Reinado que Afianzar

Paso los días siguientes organizando lo que debe ser organizado.

Los hombres de Thomas deben elegir: quedarse bajo mis órdenes o desaparecer.

Algunos muestran lealtad desde el principio. Han visto caer a su antiguo jefe y saben que resistir sería suicida.

Otros dudan.

Solo uno comete el error de desafiarme.

Cyril, uno de los tenientes de Thomas. Un hombre de mano firme, con palabras arrogantes.

Piensa que mi poder es una ilusión. Que solo soy un chico astuto que tuvo suerte.

Entonces me provoca frente a todos.

— Puede que tengas la lengua bien suelta, Maxime, pero aquí, no es el tipo de negocio que un tipo como tú puede manejar. Nunca has matado a nadie.

Me mira, con una mueca en los labios, pensando que me ha desenmascarado.

La sala está en silencio.

Todos esperan.

Yo no respondo nada.

Simplemente lo observo.

Luego, lentamente, me levanto de mi asiento.

— ¿Quieres una prueba?

Él levanta una ceja.

— ¿Perdón?

— Una prueba de que tengo mi lugar aquí.

Me acerco, con calma.

Mi mirada no se aparta de la suya.

Él sonríe aún, pero su cuerpo se tensa ligeramente.

— Si no tienes miedo de mí, dime. ¿Qué quieres que pruebe, exactamente?

Duda.

Siento que busca una salida, que se da cuenta de que ha subestimado la situación.

— No tienes agallas, Maxime. Todo lo que has hecho es hablar y manipular. No eres un verdadero.

Suspiro.

— Eso es lo que pensaba.

Agarro un cuchillo de la mesa.

Antes de que tenga tiempo de reaccionar, lo clavo lentamente en su mano, fijándolo a la mesa.

Él grita.

No me muevo.

Mi mirada permanece anclada en la suya.

Sus ojos se agrandan por el dolor.

— Ves, Cyril... Podría matarte ahora.

Giro suavemente la hoja en su palma, saboreando la forma en que se muerde el interior de la mejilla para no gritar más.

— Pero prefiero dejarte ir.

Me inclino hacia él.

— Prefiero que todos vean lo que le sucede a quienes dudan de mí.

Retiro el cuchillo de un tirón.

Cyril se desploma de rodillas, su mano ensangrentada presionada contra su pecho.

Sus ojos están llenos de terror.

Él entiende.

Y todos los demás también.

— Si alguien más tiene dudas, que lo diga ahora.

El silencio es ensordecedor.

Luego, uno de los hombres asiente.

— Jefe.

Una sola palabra.

Una sola palabra que marca mi ascenso oficial.

Sonrío.

— Entonces, trabajemos.

---

Léa – El Fracaso de los Hombres Demasiado Fuertes

Miro a Maxime sentarse después de haber roto a Cyril.

Es fascinante.

Su poder es absoluto, y aun así, casi no hace nada.

No grita.

No golpea sin razón.

No busca el terror por el terror.

Eso es lo que lo hace tan peligroso.

Controla cada movimiento, cada mirada, cada aliento.

¿Y yo?

Estoy aquí, siempre a su lado.

Por elección.

O tal vez porque, como todos aquí…

Quiero ver hasta dónde llegará.

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El Veneno de la Sombra

Todo parece bajo control.

He consolidado mi poder, puesto a mis nuevos hombres en su lugar.

Todo marcha perfectamente.

Hasta que llega la llamada.

Un número desconocido.

Descolgo sin hablar.

Una respiración al otro lado de la línea.

Luego una voz.

Una voz que no he escuchado en mucho tiempo.

— Felicitaciones, Maxime.

Mi sangre se congela.

— Sabía que ocuparías el lugar.

Aprieto los dientes.

— Pero dime…

Una risa resuena en mi oído, fría y cortante.

— ¿Estás listo para defenderlo?

La llamada se corta.

Me quedo allí, con el teléfono en la mano, mi corazón latiendo más fuerte de lo que habría creído.

Porque esa voz…

La conozco.

La de un hombre que todos creían muerto.

Un rey depuesto.

Y si regresa, no será para charlar.

Será para recuperar lo que era suyo.

---

Maxime

El silencio que sigue a la llamada es ensordecedor.

Mi corazón late lentamente, pero cada pulsación resuena como un golpe de martillo.

Fijo la pantalla negra de mi teléfono.

Luego marco un número.

— Encuéntrenme a quien me acaba de llamar. Ahora.

No hay lugar para la vacilación.

La sombra de un rey depuesto se cierne sobre mi imperio naciente.

Y me niego a ser un simple peón en una guerra que no he declarado.

---

El Regreso de un Muerto

Sabía que el poder atraería buitres.

Pero no pensé que uno de ellos saldría directamente de su tumba.

El hombre que habló por teléfono…

Es un nombre que ya no se pronuncia.

Un fantasma borrado por el tiempo, olvidado por el miedo.

Pero yo nunca lo he olvidado.

Lucas Moretti.

Antiguo padrino de una red que hacía temblar la ciudad.

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