Amor después del Divorcio
Amor después del Divorcio
Por: Yuna Izquierdo
Capítulo 0001
—Deberíamos divorciarnos.

Tres años después de casarse, esta fue la segunda frase que Emiliano Torres le dijo.

La primera fue en la noche de su boda.

Vestida con un hermoso vestido de novia blanco, ella giró frente a él, levantando la amplia falda. Con una sonrisa radiante, le preguntó si se veía bonita.

La respuesta que obtuvo fue:

—La boda ha terminado. Mandaré a alguien para que te lleve al extranjero.

Después de eso, la enviaron al extranjero por tres años, completamente sola.

Cuando regresó, lo que no esperaba era que se lo dijera eso.

Emiliano quería divorciarse de ella.

En el aniversario de su boda.

—¿Realmente necesitamos divorciarnos?

Juliana Garza no levantó la mirada; su largo cabello ocultó su rostro, escondiendo todas las emociones que había en sus ojos y rostro.

Todo lo que se pudo escuchar fue su voz temblorosa y sollozante: —¿No hay otra opción?

Emiliano la observó por un momento y luego dijo con indiferencia: —Sabes que si el abuelo no hubiera estado gravemente enfermo, nunca me habría casado contigo.

Hace tres años, el abuelo de la familia Torres, Joaquín, cayó gravemente enfermo. Su último deseo era ver a Emiliano casado y con familia.

Este matrimonio no debía ser el suyo. Fue un error de la familia Garza, llevándola a ella por accidente. A los dieciocho años, le informaron que la verdadera heredera de la familia Garza, Camila Garza, regresó. Y Juliana, por su parte, resultó ser una impostora.

Todo lo que Juliana disfrutó debería haber sido de Camila: el amor de los padres, el mimo de su hermano y también ese matrimonio acordado con Emiliano desde el nacimiento.

Pero el abuelo Torres decía que el matrimonio se basaba en el amor. Juliana y Emiliano crecieron juntos desde niños, y aunque su identidad era falsa, todavía habían compartido una infancia. Insistió en que Emiliano se casara con ella. Dado que la familia Garza aún la reconocía como una de ellos, las dos familias seguían estando relacionadas por matrimonio.

Así, su matrimonio con Emiliano se hizo realidad.

Sin embargo, se diagnosticó a Camila con trastorno bipolar. No podía soportar escuchar el nombre de Juliana, y mucho menos verla. Tras enterarse del matrimonio, intentó quitarse la vida y solo se calmó cuando Emiliano estuvo a su lado.

Para evitar que el estado de salud de Camila empeorara, Juliana fue enviada al extranjero al día siguiente de su boda por Emiliano, sin recibir noticias de él hasta su regreso.

Emiliano le entregó un contrato: —El abogado ya ha redactado el acuerdo de divorcio. Échale un vistazo y, si estás de acuerdo, solo firma.

Juliana, con la cabeza baja, tomó el documento: —¿Podría darme algo de tiempo para asimilarlo?

Emiliano la observó. El espeso flequillo de Juliana cubría sus ojos, y parecía que vivir sola en el extranjero la había hecho aún más retraída.

—Si tienes alguna inconformidad con la parte económica, házmelo saber. Esta mansión también pasará a tu nombre. Te daré una semana para pensar.

Dicho esto, se dio la vuelta para salir de la habitación principal.

Al alcanzar la puerta, echó un último vistazo hacia adentro. La esbelta figura de Juliana temblaba ligeramente, sosteniendo el contrato sin moverse.

Con una expresión sombría, Emiliano cerró la puerta.

Un silencio absoluto inundó la habitación.

Poco después, se escuchó un grito de alegría.

—¡Hombre despreciable! ¡Por fin estamos divorciados!

Con el acuerdo de divorcio en sus manos, Juliana no pudo contenerse y soltó una risa, su cuerpo vibrando con cada carcajada.

En los tres años que estuvo en el extranjero, no recibió un solo mensaje de preocupación de la familia Garza, y mucho menos una palabra de consuelo de su esposo en nombre.

Incluso cuando fue seguida y estuvo a punto de perder la vida, no pudo contactar a Emiliano.

Su amor había muerto aquel invierno.

Después de firmar con alivio, Juliana se revolcó felizmente en la cama, su flequillo se deslizó entre su largo cabello, su rostro radiante no mostraba signo de resentimiento.

Estaba a punto de arreglar el equipaje que aún no había terminado de desempacar cuando sonó el teléfono.

Juliana respondió, con voz dulce: —Hola, Diego.

Del otro lado, sin rodeos, le dijo: —Julita, las personas que intentaron secuestrarte en el aeropuerto han sido detenidas. También están relacionadas con el caso de seguimiento de hace tres años. Lamento informarte que todas las pistas apuntan a tus padres adoptivos, y también… a tu esposo en nombre.

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